2 de marzo – Escuchar

«El hombre iracundo, provoca contiendas, el furioso, a menudo peca.» Proverbios 29:22 (V. Dios habla hoy)

La Biblia es el conjunto de consejos más sabios que se haya escrito sobre la tierra. Pero no siempre lo que la Biblia dice es fácil de escuchar. A veces, la recomendación es un tanto dura, como en el caso que vamos a plantear.
El que se enfada seguido, por la razón que sea, generalmente tiende a provocar peleas. El tema del enojo es muy subjetivo, porque cuando es uno quien se irrita, siempre tiene razones valederas para hacerlo.
Uno constantemente se autojustifica cuando actúa enojado; la culpa es del otro por hacernos irritar. Y si en medio de una disputa, hay uno que insulta o agrede, la culpa es del otro porque provocó. Pero cuando el otro es el que se enoja, entonces se lo considera digno de juicio, y se censura su pésima actitud. Somos jueces implacables y justos en el momento de señalar las malas actitudes de los demás.
Nunca usamos la misma vara para medir nuestra reacción y la reacción del otro. Pero acá, el hombre sabio nos recuerda una gran verdad. El que se enoja seguido, el que pierde los estribos, el que se va de boca, no sólo genera problemas sino que, además, está pecando.
Y es notable ver que no importa el motivo por el cual uno se enoja, aunque sea un motivo muy válido, la reflexión es que aquel que se enoja provoca problemas. Frente a la santidad de Dios, tu excusa es sólo eso, una excusa. No tiene valor. Tu error nunca puede ser justificado por la falta del otro, porque Dios te va a juzgar a vos por tus propios actos y tus propias reacciones.
Dios te llama a hacer la paz, a poner quietud, a brindar tranquilidad. Nos dio el ministerio de la reconciliación y del amor. Y aunque resulte muy difícil, nos pide que seamos cristianos pacificadores, que tengamos la capacidad de poner paz en medio de las peleas, que podamos responder sin agredir cuando alguien nos insulta.
No es que sea sencillo, pero es necesario. En este mundo tan violento y difícil que nos toca vivir, debemos poner nuestra cuota de amor y de comprensión para limar asperezas, ser de ayuda y no de estorbo, crear en lugar de destruir, ayudar en lugar de pelear.
El amor de Dios puede hacer milagros, incluso en tu vida.
REFLEXIÓN — El enojo es mal consejero, no lo escuches.

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