20 de Septiembre – Levadura

«Tengan cuidado —les advirtió Jesús—; ¡ojo con la levadura de los fariseos y con la de Herodes!» Marcos 8:15

Levadura
Los fariseos eran los religiosos más estrictos que había en el pueblo de Israel. Su vida era una búsqueda constante de cumplir todos los cientos de reglamentos que había para cumplir los diez mandamientos. Se esforzaban por cumplir cada una de estar normas y creían que Dios les tenía preparado un lugar especial, por su esfuerzo en el cumplimiento.
Habían entendido a la religión como un castigo divino que obligaba a los seres humanos a cumplir normas, para satisfacer los requerimientos divinos y ganarse de esa manera el favor de Dios. Pero era una manera muy triste de vivir. Porque resulta imposible satisfacer las exigencias perfectas y divinas de Dios. Jamás se podrá vivir feliz así.
Si nuestra relación con Dios depende de nuestra obediencia a sus leyes, entonces estamos condenados a padecer una religión que va a ser un peso imposible de llevar. Por eso Jesucristo les advierte a sus discípulos que tengan cuidado con la levadura de los fariseos. Les estaba diciendo que tengan cuidado con este tema.
Dos mil años más tarde, todavía tenemos resabios de esa levadura. No importa el nombre de nuestro culto, vivimos oprimidos por una serie de reglamentos que debemos cumplir para parecer buenos cristianos y que nos diferencian de los otros que son peores que nosotros. Intentamos relacionarnos con Dios sobre la base de la consigna de la obediencia, y eso nos lleva a un círculo sin salida. Saber que no podemos cumplir, la frustración del fracaso por el pecado y el esfuerzo por volver a empezar, para volver a caer de nuevo. Es un sistema perverso que nos condena a la insatisfacción.
Parece ser que si cumplimos con esos reglamentos internos de cada iglesia, entonces podremos aprobar los requerimientos divinos y seremos buenos religiosos. Pero Dios no quiere eso. Él fue bien claro al establecer el nexo para relacionarse con los seres humanos.
La relación que Dios plantea hoy con vos es a través de la Gracia. No hace falta cumplir con reglamentos. Somos amados por Dios por pura gracia. Y eso nos da la libertad de vivir en plenitud. No es necesario cumplir con ninguna regla. Dios nos acepta como somos solo porque nos ama.
¡Con semejante muestra de amor, como no vamos a obedecerlo!
REFLEXIÓN – Viví bien.

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