26 de abril – Reflexionar

«Así dice el Señor Todopoderoso: ¡Reflexionen sobre su proceder! Hageo 1:7 (NVI)
El pueblo de Israel había regresado, después de 70 años de exilio en Babilonia (según el calendario judío), a Jerusalén, y por decreto del rey Ciro podían reconstruir el templo de Dios. En la antigüedad, la fortaleza y la unidad de los pueblos se originaba en sus creencias religiosas y es por eso que cada pueblo tenía sus dioses y sus templos. Unificaban a la nación y les daban entidad. El templo de Jerusalén tenía ese mismo efecto. Además del orgullo de ser el más bello y artesonado, este templo era la casa del Dios Vivo.
Su destrucción fue mucho más que un saqueo por un motín, o una venganza militar. Implicó romper la unidad y el orgullo nacional. Fue sacarle al pueblo de Israel su sentido de identidad y de pertenencia. Cuando Ciro dio la orden para reconstruirlo, estaba permitiendo que esos valores se recompusieran. Era tiempo de comenzar de nuevo.
Luego de tantos años de olvido había llegado el momento de volver a Dios. Muchos ya habían adoptado otras costumbres. Pensaban que su manera de actuar y de vivir era correcta, normal y buena. Se comparaban con otros y no eran tan malos. Su conducta no era tan objetable. Eran personas comunes que se comportaban bien.
Pero eso no alcanzaba. Porque ellos eran el pueblo escogido de Dios y su parámetro de comparación no eran sus vecinos, era Dios. Por eso es que Él les mandó que meditaran bien qué estaban haciendo y cuáles eran sus prioridades. Eran momentos de decisiones difíciles y Dios exigía exclusividad.
Hoy Dios nos vuelve a hacer el mismo planteo. Nos acostumbramos a vivir según nuestros parámetros y creemos que vivimos bien. Nos comparamos con nuestros vecinos y salimos bien parados. No somos tan malos, ni tan agresivos, ni tan pecadores. Nos encontramos en el término medio, y con eso nos sentimos bien. Pero Dios espera más de nosotros, porque pertenecemos a Su pueblo escogido.
Ahora, Dios te invita a meditar en tus caminos. A revisar como están tus ideales y objetivos. A realizar un análisis de cómo es la actitud de tu vida, pero no comparándola con tus vecinos, sino comparándola con Dios. Y eso nos deja en desventaja, porque comparados con Dios y con Su santidad siempre vamos a estar en déficit.
Dios te pide que medites en cómo estás y te insta a superarte. Él espera grandes cosas de vos. Pero necesita tu compromiso, tu esfuerzo, y tu dedicación cotidiana.
REFLEXIÓN – Meditá bien y obrá en consecuencia.

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