“Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador y del Señor Jesucristo, nuestra esperanza.” 1 Timoteo 1:1 (NVI)
Confianza
Dios es nuestro Salvador. Repetimos hasta el cansancio que Jesucristo es el Salvador y es cierto, pero escucho muy poco mencionar a Dios como Salvador. Fue Dios quien amó al mundo y envío a Jesucristo para salvarnos. Y a veces nos olvidamos de ese detalle. Es justo y bueno que le agradezcamos también a Dios por Su Salvación, porque Él se inclinó hasta nosotros y nos sacó del pozo de la desesperación, puso nuestro pie sobre la roca firme y nos dio un cántico nuevo. Dios es muy bueno con nosotros.
Dice también Pablo que Jesucristo es nuestra esperanza. Encontré tres aspectos (hay muchos más, sin duda) en los que Jesucristo actúa dándonos esperanza:
Esperanza de victoria sobre la moralidad. El pueblo romano en la época de Pablo era sumamente depravado. Las personas ya no se casaban, todo era libertinaje desenfrenado. Esa fue justamente la razón por la que Roma fue destruida. Dentro de esa sociedad corrompida, la iglesia de Cristo era una isla de moralidad, respeto y decencia. En el Nuevo Testamento abundan los consejos sobre vivir en santidad, aunque el resto no lo haga. Es posible gracias a la ayuda incomparable de Jesucristo. Él puede ayudarnos a vencer las malas inclinaciones (revistas, videos, conversaciones, pensamientos) y una buena manera de hacerlo es pensar si podemos compartir esa actividad con Jesucristo.
Esperanza de victoria sobre la inseguridad. En la época de Pablo la vida no valía nada. Eran tiempos muy violentos, no había respeto por la vida. Era casi como hoy, que nos pueden robar en cada esquina y matar por un par de zapatillas. Jesucristo prometió que nos va a acompañar siempre, y que nada nos puede separar de su amor. En medio del caos social que vivimos, podemos descansar confiados. Frente a la desesperación de nuestros conocidos por tanta inseguridad, nosotros podemos estar tranquilos.
Esperanza de victoria sobre la muerte. Es triste pero sabemos que los que mueren en Cristo, van al cielo. Por eso no es desesperante como para aquellos que no tienen esperanza, porque es solo un paso para estar en la presencia de Dios, en el cielo. La muerte para el cristiano es el portal de la gloria.
REFLEXIÓN – No te desesperes, confía para vivir mejor.