26 de septiembre – Alabanza

«Porque Dios es el Rey de toda la tierra, cantadle con inteligencia». Salmos 47:7 (RVR)
Sin lugar a dudas, David era un especialista en la alabanza. Dejó registrado en la Biblia una serie notable de canciones que alaban a Dios y lo glorifican. Escribió salmos que conmueven el alma y motivan el corazón.
Sus salmos emocionan hasta las lágrimas. Contienen palabras que penetran el corazón. Sin embargo, en el momento de dar un consejo, David nos insta a que usemos la inteligencia en lugar del sentimiento para alabar a Dios. Nos aconseja que el origen de nuestra alabanza a Dios no pase por lo emocional, sino por lo racional. Porque la alabanza a Dios debe ser un acto racional, no una consecuencia de nuestra emoción. ¿Por qué?
Es muy común que cantemos y alabemos cuando todo está bien, cuando tenemos trabajo y salud, la vida nos sonríe y estamos satisfechos. Cuando estamos contentos es fácil cantar. Y Dios se complace con nuestra alabanza. Es sincera y agradable.
Pero es mucho más difícil alabar a Dios cuando estamos en la cama de un hospital, o buscando trabajo, o cuando estamos tristes y solos, cuando nos dejó nuestro novio o novia, cuando dimos mal un examen, cuando nadie nos escucha, cuando queremos y no podemos, cuando estamos frustrados.
Por eso el salmista insiste en alabar a Dios con inteligencia, en no depender de las circunstancias que nos rodean. Porque cualquiera sea la situación que estés viviendo, buena o mala, nada te puede separar del amor de Dios y ese es motivo suficiente para alabarle. Saber que Dios te ama y que te ofrece su perdón sin límites y que, además, su salvación es eterna. Recordar esto es una fuente inagotable de alabanza. Aunque todo el resto esté mal, Dios es una garantía.
Cuando no tengas ganas de alabar, acordate de las muchísimas bendiciones de Dios, y en lugar de quejarte por lo que te falta, alábale y dale gracias por lo que tenés. El origen de la alabanza, en recordar lo que Dios te ha dado. Sea mucho o poco, son regalos de Dios, y hay que valorarlos.
No es feliz el que tiene todo lo que quiere sino el que quiere todo lo que tiene. Por eso, para alabar bien a Dios, más que el corazón, es mejor utilizar la razón.
REFLEXIÓN — La mejor canción es la de la razón.

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