1 de junio – Desprecio
“Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre.” 1 Tesalonicenses 4:17 (RVR)
Una madrugada de junio del 2009, un avión de la línea Air France que volaba de San Pablo a París desapareció sin dejar rastros en medio del océano Atlántico. En ese momento nadie pudo explicar a ciencia cierta qué sucedió. Después de un último contacto, no se halló ningún radar que lo tuviera localizado, y nada más se supo durante casi dos años.
Algunos sostuvieron que se habría producido un desperfecto grave cuando el avión atravesó una zona de tormentas con fuertes turbulencias, provocando su destrucción. Pero no resultó un argumento muy sólido, ya que el avión era de última generación y tenía un equipamiento tecnológico de avanzada. Otros, supusieron que podría haberse tratado de un ataque terrorista, pero también fue desestimada esa hipótesis por falta de elementos que pudieran comprobarlo. Y otros más, conjeturaron que se habría ocasionado una explosión interna causante del desastre, pero tampoco esta presunción tuvo basamento sobre el cual mantenerse en pie
Lo cierto es que un avión con 240 personas había desaparecido y el mundo entero estaba sacudido por esa terrible noticia. No había lógica ni explicación posible. Sólo estaba presente la terrible realidad. El avión había desaparecido y las personas no se encontraban. Y, encima, nadie podía explicarlo. Únicamente quedaban la angustia y la duda… ¿Qué hubiera pasado si en lugar de desaparecer un avión hubiera desaparecido toda una ciudad? Seguramente la angustia y la duda hubieran sido mucho más grandes, definitivamente proporcionales a la pérdida sufrida. Y el caos generado por esa situación hubiera sido aún mayor.
¿Y si de pronto desaparecieran millones de personas? Es muy difícil de imaginar que sucedería, las explicaciones que se darían, las dudas y el miedo que generaría, el dolor terrible por las pérdidas de las familias afectadas. Sería un caos mundial. Pero Dios para esto tuvo la delicadeza de avisarnos y ponernos al tanto de lo que va a suceder. Un día Jesucristo va a raptar a su Iglesia de la tierra y en el mismo segundo millones de personas de todo el planeta van a desaparecer.
Cristo se las llevará al cielo para que disfruten de su Gloria eterna. Él lo prometió y lo va cumplir. Nos está preparando ahora una morada para ese día.
Si vos estás seguro de que te vas a ir ¿Ya pensaste en tus familiares y amigos? ¿Qué va a pasar con ellos? No pierdas más tiempo y avisales.
REFLEXIÓN – Estás avisado.
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