1 de septiembre – Justificar

“En verdad, consideramos dichosos a los que perseveraron. Ustedes han oído hablar de la perseverancia de Job, y han visto lo que al final le dio el Señor. Es que el Señor es muy compasivo y misericordioso.” Santiago 5:11 (NVI)
Le dijo Maquiavelo al príncipe: El fin justifica los medios.
Hoy se cumplen 73 años del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Fue el día en que las tropas alemanas invadieron Polonia dando comienzo a este conflicto que generó la muerte de más de 60 millones de personas. Una decisión militar de Hitler de la que nadie podía imaginar las consecuencias terribles que llegaría a tener.
Hitler le había devuelto a Alemania lo que la derrota en la Primera Guerra Mundial le había quitado: el honor, la dignidad del pueblo, un ejército ordenado y valiente, armamento militar de alta tecnología, identidad como nación, fortaleza interior. Valores que, utilizados correctamente, hubieran hecho de Alemania un gran país, pero que utilizados para satisfacer un capricho imperialista, desembocó en la invasión a Polonia.
Hitler quería crear un nuevo imperio y no midió las consecuencias de sus actos. Ningún costo estimó demasiado alto para alcanzar el objetivo deseado. Siguió la máxima de Maquiavelo y justificó todos sus actos por la finalidad que lo movía. Y puede verse al final de su proyecto el fracaso que generó con sus decisiones. Demasiada destrucción, demasiada muerte, demasiado sufrimiento, demasiada equivocación.
Hitler es un caso muy extremo de una conducta que todos tenemos sin darnos cuenta: intentamos evitar lo que nos daña de cualquier forma posible, y en tal caso, nos parece que el fin justifica los medios y que podemos utilizar cualquier elemento o tomar cualquier actitud que nos evite sufrir. En cambio, Dios plantea otra metodología. No siempre es la más sencilla o agradable. Pero es la metodología de Dios.
Hay veces que Dios nos mete en el horno para purificarnos. ¿Qué razón lógica tenía para permitir que Job soportara todos los sufrimientos que tuvo que padecer? Desde el punto de vista humano fue totalmente injusto. Sin embargo, Dios lo consintió.
Hubiera sido más fácil para Job buscarle una solución alternativa a su problema y justificar sus desaciertos con la excusa de su extremo sufrimiento. En lugar de hacer eso, este hombre se sometió a lo que Dios le propuso y aceptó Su plan de acción. Sufrió muchísimo, pero se mantuvo fiel a Dios. Dos ejemplos totalmente opuestos para revisar. Si tuvieras que elegir a uno, ¿a quien imitarías? ¿A Hitler o a Job?
REFLEXIÓN – No justifiques lo injustificable.

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