10 de enero – Responsabilidad

“Cuando Pedro lo vio, dijo a Jesús: Señor ¿y qué de este?, Jesús le dijo: (…)¿qué a ti? Sígueme tú.” Juan 21:21-22 (RVR)
Nos cuesta hacernos cargo de nuestras responsabilidades. Y si podemos zafar de alguna labor, mucho mejor. Jesucristo le había pedido a Pedro que lo siguiera; ya le había indicado su responsabilidad de pastorear la iglesia.
Pero Pedro se dio vuelta y vio a Juan. Quizá pensó “A mí me dan todo este trabajo y a éste nada. No me parece justo, siempre soy yo el que tiene que hacer todo y el resto sólo se queda mirando”. Así que se lo hizo notar a Jesús como para que repartiera la tarea, para que distribuyera las responsabilidades.
Y Jesucristo le respondió con una máxima eterna. Toda responsabilidad frente a Dios es personal. No importa lo que hacen tus amigos, o lo que digan tus padres, o la influencia de la televisión, o los consejos de los compañeros del colegio o del trabajo, o el comentario de la conocida del barrio.
No importa si los hermanos de la iglesia son vagos, o si los pastores no te alientan, o si nadie quiere darte una mano. No importa si para los demás tu tarea es insignificante, o si tu esfuerzo pasa desapercibido. Si Dios te señaló una obra, ante quien deberás rendir cuentas, personalmente y a solas, es frente a Él.
Pero, es Jesucristo el que llama. No son nuestras ganas de hacer algo, tampoco nuestra manera de ver las cosas; es la Obra de Dios. A veces no tomamos en cuenta este concepto de Jesucristo y encaramos nuestra vida con liviandad, sin preocuparnos demasiado. Nos olvidamos que Dios no cambia, y aunque es Amor, también es Juez Justo, y va a recompensar a cada uno según su accionar.
Los pedidos de Dios no se limitan solamente a trabajar en la iglesia, sino que involucran toda la vida, las acciones, los pensamientos, los deseos, cada palabra, cada gesto. Y a Dios no se le escapa nada. Él tiene pleno conocimiento de cada segundo de nuestra vida. Nunca está demasiado ocupado como para no saber lo que estamos haciendo.
Por eso el llamado de atención de Jesucristo, de que frente a Él no hay excusas. Jesús dio todo por cada uno de nosotros, y espera que actuemos de la misma manera, sin egoísmos ni reservas.
REFLEXIÓN — Jesucristo te está llamando, no mires para el costado.

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