12 de Noviembre – Abstenerse
“Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo, que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la vida.” 1 Pedro 2:11 (NVI)
Abstenerse
Rafael Nadal fue el tenista número uno del mundo. Es notable cómo este deportista logra superar los obstáculos que la vida le presenta. Era el número uno, ganó la copa Davis con su país y sufrió una lesión en sus rodillas. Dejó el circuito durante largos meses y retomó a principios de 2013. Los comentaristas dudaban de su eficiencia luego de un regreso con tantos meses sin actividad.
Lejos de mostrar debilidades o problemas, fiel a su estilo, Nadal se convirtió en un imbatible tenista en todas las superficies conocidas. En un reportaje minimizó sus logros y sostuvo que eran producto del esfuerzo y la dedicación. En lugar de tomarse licencias y de disfrutar de sus vacaciones por lesiones, Nadal se abstuvo de excesos y se concentró en su objetivo: regresar y ser el mejor.
Miró a todos desde el trono del mejor del mundo. Un merecido premio a su esfuerzo. Todos envidiamos sus millones, su fama, sus éxitos y sus logros, pero pocos analizamos e imitamos su dedicación, trabajo, esfuerzo, sacrificio y abstención para alcanzar lo que buscaba. Mientras leía el pasaje de la carta de Pedro, me imaginé a Nadal como cristiano. Hoy sería un nuevo apóstol Pablo. Me lo imagino de la misma manera que Pablo. Terco, obstinado, dedicado, capaz de empujar los peores obstáculos para llegar a su meta. Por ser de esa manera, logró lo que logró.
Comparados con él, perdemos por muchísimo. Y cuando me preguntó por qué, la respuesta la ofrece nuevamente Pedro. En lugar de esforzarnos, vivimos un evangelio casi. Casi bueno, casi santo, casi fiel, casi comprometido, casi influyente, casi casi. Pero estamos demasiado ocupados en satisfacer nuestros deseos inmediatos, que no somos capaces de abstenernos de nada.
En estos tiempos de tanta tibieza espiritual, donde nada es excelente y ponemos a Dios después de nuestra comodidad, es difícil plantear un nivel de abstinencia que garantice la santidad y la fidelidad que Dios espera de nosotros. Nos habituamos a la mediocridad y por eso seguimos siendo del montón. Pedro nos desafía a mejorar, a demostrar el carácter especial de los escogidos, a iluminar nuestro entorno con la gracia de ser diferentes.
REFLEXIÓN – Abstenete.
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