13 de agosto – Combo

“El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias.” Salmo 28:7 (NVI)
Cuentan que en la guerra de los 6 días, cuando Israel conquistó parte del territorio palestino en la década del sesenta, hubo una situación muy particular. Una posición militar israelita estaba por ser atacada por un ejército palestino que era ampliamente superior en cantidad de soldados.
Los israelitas sabían dos cosas: una, que su posición era clave para la estrategia militar de la conquista y que si perdían esa posición sería casi imposible que obtuvieran la victoria. Y la otra, que era imposible defender la posición frente al ataque de un enemigo tan poderoso y superior. Era un terreno mortal, sin salida. Pero a pesar de tantas contrariedades, ellos quedaron firmes en sus puestos esperando el ataque inminente.
Pasaban las horas y los palestinos no avanzaban. No entendían por qué no se lanzaban al ataque final frente a una posición tan endeble. Después de más de un día de espera, los aviones israelitas atacaron al ejército palestino, destruyéndolo casi por completo. El escuadrón israelita que estaba defendiendo la posición, salió al ataque para cerrar la avanzada.
Se tomaron muchos prisioneros, a los que les preguntaron por qué razón no habían atacado. Los palestinos, que fueron interrogados por separado, dieron todos la misma respuesta: Hubiera sido un suicidio atacar a una posición tan bien defendida con semejante cantidad de soldados. Los israelitas no entendían nada, hasta que uno de ellos explicó: Seguramente, Dios envió a sus legiones de ángeles para defendernos. Él es nuestro escudo y defensa. Dios es quién nos ayudó.
Nunca se pudo confirmar esto. Pero la historia no puede explicarlo de otra manera.
Tal vez hoy estás en una situación de conflicto y estás amenazado. Tal vez sentís que no tenés posibilidades de solucionar ese problema y que sólo podés perder. Quizá te gane el desánimo por el peso de tu angustia y te sentís derrotado antes de empezar a luchar. Dios, hoy, vuelve a decirte que podés confiar en Él. Dios es tu escudo y fortaleza y aunque no puedas verlo, es tu ayuda oportuna y necesaria.
No estás solo en tu conflicto. Dios te acompaña y es tu combo defensivo. Es tu escudo que te protege, es tu fortaleza que te da seguridad y ánimo. Dios es tu ayuda siempre. Podés confiar en Dios.
REFLEXIÓN – Dios es tu combo defensivo.

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