15 de Marzo – Conjunto

 

“Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová y anda en sus caminos.” Salmo 128:1

Conjunto
Es duro que es volver de vacaciones, y cuesta retomar el ritmo de trabajo. Alguien me dijo que sería ideal ser millonario, para no tener esos problemas. Con tanta plata, uno podría vivir viajando de vacaciones sin preocuparse por la necesidad de volver para cuidar el trabajo.
Pero convenimos que eso provocaría otros problemas, que nosotros no imaginamos ni suponemos, porque no estamos en ese estado. No importa cuanto dinero tengas en el bolsillo, siempre nos falta algo. Es difícil encontrar una persona que hoy sea feliz. Porque cada uno tiene sus razones y quejas para estar preocupado. Esto es algo que estuvo siempre en las personas y que todos quieren evitar, pero pocos saben como hacerlo.
El salmista, hace tantos años, nos dejó dos pasos para alcanzar el objetivo de la felicidad. Y nos deja dos secretos que hay que tomarlos en conjunto. No sirven separados, hay que combinarlos para alcanzar la felicidad.
El primero es el temor a Dios. No es miedo. Es respeto. Es lo que genera el maestro sabio cuando va a hablar. Logra que todos hagan silencio para escuchar sus palabras. No es lo que genera un sargento en el pelotón. Eso es miedo. El respeto se logra por la calidad de la persona. Por eso Dios exige respeto. Porque su Persona es sublime y merece el mayor de los honores. En consecuencia, es necesario obedecerle en lo que nos manda.
Por eso el segundo paso es andar en sus caminos. Esto es más que una buena intención, o tener ganas. Es una decisión que implica acción. Es una elección cotidiana y diaria de hacer las cosas a la manera de Dios, sin caprichos ni egocentrismos.
El problema es que muchas veces pensamos que podemos alcanzar la felicidad con nuestros métodos, haciendo lo que queremos o sentimos. Pensamos que hay atajos para obtener el premio o que podemos modificar las cosas para adaptarlas a nuestras necesidades. Pero nos equivocamos. De esa manera, nunca lograremos ser realmente felices.
La felicidad no depende de la capacidad de tu bolsillo o de tus logros alcanzados. La verdadera felicidad, esa que satisface y permanece, que no se pierde, aunque pierdas, que no se va, aunque te dejen solo, que no se agota, aunque te canses, se encuentra solo en temer a Dios y obedecerle.
REFLEXIÓN – Temé y andá.

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