15 de Octubre – Marcas
«Tomás les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré.» Juan 20:25
Marcas
La situación era muy tensa. Hacía solo dos días que Jesucristo había sido crucificado por los romanos y su cuerpo muerto estaba en una tumba prestada, vigilada por una guar día de 16 soldados romanos. Los discípulos estaban seguros que ahora les tocaba a ellos, por eso habían desaparecido. Estaban escondidos, no se mostraban. Lo mejor era pasar desapercibidos.
No sabemos quien hizo la propuesta, pero uno a uno, aquel domingo de Pascua, fueron llegando al aposento alto, donde habían compartido con Cristo la última cena. Había silencio en la habitación, y recelo. Cada vez que la puerta sonaba, había miradas intranquilas. Finalmente llegaron casi todos. Faltaban solo Judas, que se había ahorcado y Tomás. Y cuando menos lo esperaban, ¡apareció Jesucristo glorioso y resucitado! No podían creerlo. ¡Era verdad lo que había prometido!
Apenas salieron fueron a buscar a Tomás. Cuando lo hicieron, estaban muy excitados por la noticia. ¡Cristo está vivo! Lo hemos visto, decían casi sin respirar. Pero Tomás no les creía. No había razones lógicas para hacerlo. No había evidencia física para comprobar esa versión de los hechos. Tomás necesitaba pruebas. Así que pidió ver las marcas. Él quería ver las marcas de los clavos. Solo así iba a creer.
Una semana después estaban en la misma habitación. Tomás también estaba. Y Cristo volvió a aparecer. Y le ofreció a Tomás que ponga su dedo en los agujeros que dejaron los clavos. Las marcas estaban bien visibles, todavía abiertas. Pero Tomás no pudo hacerlo. Era demasiado doloroso ver esas marcas. Las marcas que sus pecados habían dejado en el cuerpo del Señor Jesús. Y cayó de rodillas delante del Señor.
Pasaron dos mil años, y aún hoy seguimos actuando con el mismo escepticismo de Tomás. Nos cuesta creerle a Cristo. Necesitamos evidencias para comprobar lo que dice. Queremos ver pruebas para poder creer.
Cristo hoy no se va a aparecer para mostrarnos sus manos. Pero las vamos a ver. En el cielo, cuando lleguemos, vamos a ver al Glorioso Rey, al Vencedor de la Muerte, al Eterno Dios llevando aún en sus manos y pies las dolorosas marcas que dejaron los clavos. No dudes más. Adoralo hoy.
REFLEXIÓN – Las marcas son eternas.
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