16 de marzo – Calidad
«Para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo.» Filipenses 1:10 (RVR)
Tomé un curso para ser auditor de calidad ISO 9001. Durante una de las exposiciones, el instructor, que también es auditor en calidad, nos contó una experiencia que tuvo con una certificación. La empresa quería obtener el certificado ISO para su línea de producción y envasamiento de gasas esterilizadas. El auditor revisó las instalaciones, los procedimientos, la ropa de trabajo y finalmente entró en la sala aséptica donde se cortaban y envasaban las gasas. Habló con varias personas en ese lugar hasta que vio a un anciano al final de la línea.
No hace falta que hable con el abuelo, le dijo el supervisor técnico en calidad, está en la empresa desde hace 20 años y sólo esperamos que se jubile. Por su edad a veces delira y dice muchas cosas sin sentido. Además, no tiene estudios, hace lo que puede. Muy biendijo el auditor ¿qué función cumple? Bue…, es quien envasa las gasas. Entonces voy a hablar con él.
Dígame caballero, le preguntó el auditor al abuelo ¿usted conoce los procedimientos de calidad que tiene la empresa para envasar las gasas y garantizar la asepsia absoluta del producto?
La verdad, señor, respondió el abuelo, no se lo puedo decir con lujo de detalles, tal vez no los conozco tan bien. Pero envaso cada gasa como si la fuera a precisar mi nieta. ¡Eso es calidad!
Para el resto de los empleados eran sólo normas de cumplimiento, obligaciones laborales o requerimientos del auditor. Pero para este abuelo, su trabajo podría ser lo que su amada nieta necesitara al día siguiente, y por eso ponía su mayor esfuerzo y dedicación en el envasado de cada pieza.
Vivimos un cristianismo de normas y reglamentos, cumpliendo las exigencias de responsables y líderes para satisfacer los requisitos de calidad de un buen cristiano. Y nos olvidamos de por qué estamos en la línea de producción de Dios. Es posible que cumplamos con todas las normas, pero es sólo un trabajo y los trabajos cansan. No tenemos la pasión por Su Persona. Solamente cumplimos la rutina, y eso nos desgasta y aburre.
Hoy Dios nos invita a descubrir la magia del abuelo que le encontró el verdadero sentido a lo que hacía. Ser cristiano no es una obligación. Es una opción que sólo se disfruta si conocemos realmente quién es Dios. Descubrilo.
REFLEXIÓN – Viví un cristianismo de calidad.
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