17 de noviembre – Enojo
“Pero nosotros esperábamos que él fuera el que había de redimir a Israel. Sin embargo, además de todo, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.” Lucas 24:21 (RVR)
Dos discípulos regresaban de Jerusalén a Emaús. Iban tristes, casi enojados. Mientras caminaban y hablaban se les acercó un tercer hombre, quien les preguntó de qué estaban hablando. Respondieron detallando a la perfección lo sucedido. Pero estaban ofendidos con Dios porque no habían recibido lo que esperaban, por no haber podido satisfacer sus expectativas.
Conocían al detalle el currículo de Jesucristo, habían sido sus discípulos durantes largo tiempo y habían confiado en su poder y criterio. Después de la entrada triunfal en Jerusalén, sus dudas, desaparecieron. Si hacía falta algo para certificar la unción del Mesías era esa entrada. El Libertador había llegado, el nuevo Reino estaba por comenzar. Todo sería distinto ahora.
Una semana más tarde, el Mesías estaba siendo crucificado y con él morían todas las esperanzas. No podían entender lo que estaba pasando y por qué Dios permitía semejante injusticia. Se sentían frustrados. Habían confiado sus sueños y deseos a alguien que acababa de morir.
Muchas veces nos sentimos como estos discípulos. Estamos parados frente a una situación desagradable y nos sentimos frustrados. Habíamos deseado que fuese distinto, queríamos otro resultado, pero falló. Rogamos la ayuda de Dios para que todo saliera bien, y todo salió mal. Esperábamos otra cosa, y recibimos lo que no deseábamos. ¡Cuántas oraciones no contestadas generan esta reacción! ¡Cuántos deseos incumplidos nos enojan con Dios porque no nos dio lo que deseábamos!
El cuestionamiento de los discípulos que iban a Emaús es el nuestro en el presente, y suena cada vez más fuerte. Los argumentos del enojo se oyen muy convincentes, las razones de nuestra frustración son evidentes y lógicas. Pero como estamos tan molestos, nos pasa lo mismo que a ellos: no se dieron cuenta de que quien estaba escuchando sus reclamos era el mismo Jesucristo. Durante horas hablaron, se quejaron y protestaron. Sólo cuando ya era muy tarde, entendieron que tenían al lado al ser más grande de todos, a Jesucristo.
Jesucristo siempre camina a tu lado, tengas o no razón. Él siempre te escucha, estés o no enojado. Siempre tiene una respuesta amable a tus reclamos, tengas o no paciencia. Y te invita hoy a que te despiertes y puedas ver que a pesar de no recibir lo que estás queriendo, Él está a tu lado.
REFLEXIÓN – Verlo mata la frustración.
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