19 de agosto – Espada

“Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” Efesios 6:17 (NVI)
La cultura japonesa está plagada de rituales y de honor. De todos los estereotipos que se observan en ella, el más conocido es el samurai, el guerrero japonés por excelencia. Era un hombre dedicado a la lucha, extremadamente leal y duro. Una persona de altos principios y elevada moral. Según la tradición, el guerrero japonés debía siempre llevar consigo tres armas: el katana, un sable largo de un metro y medio que utilizaba en las luchas al aire libre. El wakizashi, un sable corto, con ochenta centímetros de largo, del que se servía para las luchas en espacios confinados. Las casas japonesas tenían el techo bajo, así que emplear el katana era poco práctico. Y el tantö, por último, era un cuchillo al que jamás debía darse un uso defensivo, y se valía de él únicamente para realizar el suicidio ritual, (el harakiri).
Durante siglos, los soldados japoneses cuidaron y acarrearon los tres sables de su cultura. Tenían un extenso procedimiento para el mantenimiento de sus espadas, ya que una espada samurai era el alma del soldado, y debía durarle toda su vida. Por eso ponían tanto esmero en cuidar y mantener sus armas. Eran su símbolo más preciado y su herramienta para mantenerse con vida.
Pablo, no había visto a estos soldados japoneses (porque Japón le quedaba muy lejos), pero sí vio cómo también los soldados romanos cuidaban sus armas, mantenían sus espadas afiladas y limpias, y las trataban con respeto. Inspirado en ellos es que escribió este texto, para que meditáramos.
La Biblia es nuestra espada. Pero estamos muy lejos de la cultura samurai en relación con esta arma. Hay muchos cristianos que no abren su Biblia durante la semana, apenas si la llevan el domingo a alguna reunión. Otros, como se proyecta en pantalla el texto que se está leyendo, ni siquiera la llevan. Algunos leen el salmito calma conciencia durante la semana, como para decir que leyeron algo.
Pero estamos muy lejos de cuidar y amar a nuestra Espada. No la conocemos, no la estudiamos, no la leemos, y apenas si la escuchamos. El domingo a la noche, mi iglesia es un cementerio de Biblias que quedan en el banco donde cayeron toda la semana hasta el siguiente domingo.
Tomá hoy la Espada de Dios. Afilá tu corazón y tu mente para ser permeable a sus mandamientos y enseñanzas, y vivila.
REFLEXIÓN – ¿Y tu espada?

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