2 de Febrero – Santidad
«Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.» Efesios 4:30 (RVR)
Santidad
Qué frase tan dura nos deja Pablo en su carta a los Efesios. El apóstol de la alegría y del aliento en sus cartas es el mismo que hoy nos llama a la reflexión para no olvidar lo que Dios exige de nuestras vidas.
Pero refleja la enorme responsabilidad diaria de no entristecer a Dios que vive diariamente en nosotros. Es a la vez un altísimo privilegio y una enorme responsabilidad convivir diariamente con Dios.
No hay mayor bendición para un hijo de Dios que saber que tenemos el sello de Dios que garantiza la salvación de Dios: el Espíritu Santo. Es una bendición enorme tener siempre a Dios con nosotros. Dios nunca se aleja de nosotros, nunca se va.
Su Espíritu nunca se aleja. Dios vive permanentemente en nosotros, en todo momento, en todo lugar; Dios está en nosotros. Y es parte de cada acción que realizamos, de cada pensamiento que nos pasa por la cabeza, de cada palabra que decimos.
Como está siempre en nosotros, es parte de cada gesto que hacemos. Cuando estamos en el baño, cuando jugamos a la pelota, cuando charlamos con nuestros/as amigos/as, cuando vemos alguna revista, cuando miramos alguna película, cuando estamos solos pensando, el Espíritu Santo siempre está en nosotros.
Pero también el Espíritu Santo está presente cada vez que mentimos, cada vez que envidiamos, cada vez que robamos, cada vez que estamos en algún lugar no recomendable.
El problema es que no nos damos cuenta y no recordamos que como vive en nosotros, el Espíritu Santo de Dios participa en cada cosa que hacemos. Por eso, Pablo nos recuerda que no provoquemos la tristeza de Dios. Cada vez que cometemos un pecado, entristecemos a Dios. Porque Dios está todo el tiempo en nosotros y lo hacemos parte del pecado que cometemos.
Nada se le pasa por alto a Dios, Él está siempre pendiente de lo que hacemos, decimos o pensamos. Él conoce cada uno de nuestros actos y pensamientos.
Hoy es un buen momento para recordar que Dios siempre está en nosotros, que siempre está atento, que siempre está despierto y consciente de nuestros actos. Que en estas Pascuas (Pascuas en febrero???), tu vida sea un motivo permanente de alegría para Dios.
REFLEXIÓN – La alegría de Dios es tu santidad
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