2 de febrero – Rumbo
“Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo.” Hebreos 2:1 (NVI)
Nunca estuve en alta mar. Mi mayor contacto con la navegación fue remar en el río, en Tigre, con un bote de semicompetición cuando era adolescente, o cruzar el Río de la Plata en Buquebus hasta Colonia, Uruguay. Pero en las películas que vi hubo algo que permanentemente me llamó la atención. El capitán del barco siempre está muy pendiente del rumbo que lleva la nave. Hoy es más fácil porque cuenta con radares y otros elementos tecnológicos, aunque el mar es muy complicado. De noche no se ve nada, y de día sólo se ve azul.
No hay puntos de referencia, ni calles señalizadas, ni carteles luminosos. Sólo hay agua. ¿Cómo no perderse en semejante inmensidad? El capitán tiene la respuesta: usa su sextante para orientarse y para saber en qué coordenadas se encuentra su pequeña nave. Sabe dónde está y sabe adónde quiere llegar. Sólo es cuestión de seguir la línea recta.
Pero el capitán también sabe que si por error, se desvía uno o dos grados, el destino de la nave puede ser lamentable. Al momento del desvío, la inexactitud puede ser imperceptible; apenas dos grados no se sienten dentro del buque. Pero al recorrer grandes distancias, podría provocar que, por ejemplo, en lugar de llegar a Inglaterra el barco llegara a África. Simplemente porque se desvió un poquito en el momento de hacer la medición.
Tal vez el autor a los hebreos tampoco estuvo nunca en alta mar, pero tenía bien claro ese concepto. Por eso nos pide que tengamos mucho cuidado y prestemos mucha atención. Un pequeño desvío momentáneo puede derivar en un destino totalmente impredecible o un terrible final. Un mínimo desliz hoy puede tener consecuencias graves en tu futuro próximo o lejano. Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre siembra, eso también cosecha.
A veces pensamos que los pecados cotidianos que cometemos no tienen consecuencias, que podemos deslizarnos y volver al buen camino sin problemas, que tendremos la fortaleza para después decir que no, y regresar a la virtud. Muchos que lo hicieron y desviaron sus vidas apenas unos grados de la voluntad de Dios, terminaron encallados en el fracaso.
Un desliz es un pecado, y eso te aleja de Dios. Usá el sextante de la Biblia y de la Santidad de Dios para marcar el rumbo de tu vida.
REFLEXIÓN – No te desvíes. Mantené tu rumbo.
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