20 de Abril – Tranquilidad
«Jehová es mi pastor, nada me faltara.» Salmo 23:1
Tranquilidad
Recibí la historia de Mary Welch, una maestra cristiana que estaba muy preocupada por la manera que sus alumnos cristianos enfrentaban sus tareas y conflictos cotidianos. Para estos chicos, cada conflicto era un problema grave que los llenaba de preocupación, y los hacia actuar de la misma manera que lo hacen aquellos que no conocen a Dios, dudando y angustiose.
Entonces les propuso jugar al «Juego de la tranquilidad». El juego consistía en lo siguiente: frente a una situación conflictiva, cada joven tendría que decir antes de enfrentarla: «Jehová es mi pastor, entonces ¡me muero de preocupación! Los chicos se rieron sin vergüenza frente a la propuesta de su maestra por lo contradictorio y absurdo que era la frase, pero prometieron jugar el juego.
Frente a un examen muy difícil que tenia que rendir, una de las chicas, que estaba muy preocupada por aprobarlo, decidió jugar el juego. Así que antes de comenzar el examen, dijo en voz baja: Jehová es mi pastor y voy a reprobar el examen, mientras sonreía por lo absurdo de la frase. Pero sintió que la Paz de Dios llenaba su corazón y pensamiento
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Por la noche llamo a Mary para contarle que había aprobado el examen y que el juego de la tranquilidad era efectivo. Ese juego de la contradicción la había ayudado a confiar en Dios de una manera mucho más plena.
Muchas veces actuamos como esos muchachos. A pesar de conocer a Dios frente a los problemas que nos toca afrontar, solemos dudar de su efectividad y poder. Tratamos de arreglar las cosas a nuestra manera, con nuestros métodos y dejamos a Dios a un costado.
Tal vez deberíamos aprende a jugar el juego de la tranquilidad. Tal vez esa contradicción dicha en voz alta pueda ayudarnos enfocar mejor la mirada y a volver a confiar mas en Dios. Y de la misma manera que un niño pequeño no va a desconfiar de su padre y se tira sin dudar en sus brazos sabiendo que lo va a agarrar para que no se lastime, así también deberíamos aprender nosotros a depositar nuestro problema en las manos de Dios, para que Él obre y haga.
No es que tenemos que abandonarnos y dejar de esforzarnos. Es saber que a pesar del problema podemos confiar en Dios, porque Él no falla.
REFLEXIÓN – Podés jugar, Dios te tranquiliza.
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