20 de agosto – Vendas

“El Señor restaura a los abatidos y cubre con vendas sus heridas.” Salmo 147:3 (NVI)
Cuando estaba en cuarto grado de la escuela primaria jugábamos durante el recreo en la terraza del colegio que tenía paredes de vidrio. Como todos los chicos de diez años, jugábamos mucho al fútbol con una pelota de trapo y papel. Un día me tropecé mientras corría y me caí al piso, con la desventura de atravesar uno de los vidrios de la terraza.
Rompí el vidrio con la mano y lo hice pedazos. Dios fue muy bueno conmigo, y casi no me corté. Apenas unos pequeños tajos en la muñeca derecha. Y como es una zona que sangra mucho, fue más el susto que otra cosa. Pero la maestra, que estaba de guardia ese recreo, se preocupó mucho. Rápidamente me limpió las heridas, las desinfectó y me vendó la muñeca con fuerza.
Después de más de treinta años, me quedan únicamente unas pequeñas cicatrices y el recuerdo cariñoso de mi maestra curando las heridas causadas por mi tontería de correr al lado de un vidrio.
Hoy tengo otras heridas, mucho más profundas y dolorosas; ya que cuanto más grande sos, más problemas tenés. Es por un tema de antigüedad. La gran mayoría son heridas que no sangran, porque son heridas del alma, problemas de la mente, lesiones del corazón. Esas que tardan más en cicatrizarse; esas que lastiman más.
David conocía ambos tipos de heridas. Sabía de los cortes que producen las espadas en las batallas y padecía también las que afectan el alma. Aquel que había sufrido ambas, nos reconforta diciéndonos que Dios es tu mejor enfermero, el que tiene la Gracia para curar al que se siente abatido por tanto sufrimiento y dolor. Y tiene además la misericordia de poner una venda en tu herida abierta para que cicatrice mejor y más rápido.
No te evita el mal momento, aunque por su Soberanía podría hacerlo. Él sabe muy bien tu límite para soportar el sufrimiento. Si hoy te sentís abatido, Dios lo sabe. Tal vez te preguntes por qué te toca padecer tanto, y sentís que tu herida se abre cada día más en vez de curarse. Dios sabe lo que estás pasando. Tiene su venda de amor preparada para curarte.
El enfermero divino está a tu lado para sostenerte y mimarte. Dios tiene sus vendas de amor para consolarte y restaurar tu corazón triste. Solo tenés que confiar en Él.
REFLEXIÓN – Dios venda tu herida.
 

Comentarios de Facebook