22 de julio – Abundancia

“Las caballerías nos han aplastado la cabeza; hemos pasado por el fuego y por el agua, pero al fin nos sacaste a abundancia.” Salmo 66:12 (NVI)
Finalmente, un 21 de julio, diecinueve días después de su terrible operación de caderas, a Juampi le sacaron el yeso. Nos habían dicho los médicos que tendría el yeso desde la planta del pie hasta el pecho por seis u ocho semanas. Pero las poderosas oraciones del pueblo de Dios y la fuerza extraordinaria de mi pequeño hijo, hicieron el milagro.
Mientras escuchábamos la sierra cortando el yeso, sólo había felicidad en nuestros corazones. Pero una vez que lo sacaron comenzó otro problema, hasta ese momento desconocido. Juampi se sintió muy inseguro sin el yeso y estuvo muy sensible. Tenía miedo de que lo movieran o que lo tocaran. Parece ser una reacción normal en esas circunstancias, pero no la esperábamos. Y esa nueva situación, en casa resultó agotadora. Se quejaba por el más mínimo movimiento, cuando lo cambiábamos, cuando lo tocábamos, cuando comía. Miri fue quien más lo padeció porque estaba todo el día cuidándolo. Juampi no descansaba por las noches y se despertaba cada dos horas con sobresaltos. Entones nadie descansaba y ninguno se recuperaba. El yeso le daba mucha estabilidad, y la falta de ese sostén lo hacía sentirse desprotegido y frágil.
Llovía sobre mojado. Era un problema sobre otro. Con Miri nos sentíamos como si una caballada nos hubiera pasado por encima. Tal como se sentía el salmista. Demasiadas dificultades que agobiaban y desvelaban. Y eso desgastaba el ánimo y las fuerzas. Nos agotaba. Sobre todo porque no queríamos que Juampi o Connie fueran las víctimas de nuestro cansancio y malestar. Ellos se la estaban bancando como unos campeones. Pero nos sentíamos aplastados.
David conocía esta sensación y seguramente vos también. Por tus complicaciones, por tus angustias, seguramente vos también tenés esos días en que sentís que una tropilla te pasa por encima y te aplasta.
Por eso, el viejo poeta, después de detallar como se sentía y de exponer lo mucho que sufría, pudo terminar este salmo afirmando: Dios nos sacó a abundancia. Después de tantas luchas y problemas, de tanto sufrimiento y tantas lágrimas, de tantas preguntas sin respuestas, de tantas injusticias sin motivo, de tantos silencios, de tanta soledad profunda, Dios siempre recompensa. Y te invita a creerlo. ¡Fuerza, ya termina de pasar la caballada y viene llegando la tranquilidad!
REFLEXIÓN  Dios tiene preparada tu abundancia.

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