23 de marzo – Consecuencia

«¿Quién eres, Señor? preguntó Saulo. Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le contestó la voz. Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer.» Hechos 9:5-6 (NVI)
El relato de la conversión de Saulo de Tarso es un ícono en la historia de la Iglesia. Este hombre era un salvaje perseguidor de la Iglesia. Estaba en una santa cruzada tratando de destruir lo que el Nombre del Señor Jesús había comenzado en Palestina. No podía comprender cómo algunos ignorantes judíos, sin conocimiento ni estudio, eran capaces de armar una mentira tal, que cambiara tanto a las personas.
Frente a esta amenaza tan grande, la mejor solución era erradicar definitivamente a los que pensaban distinto, para limpiar lo que estaba equivocado. Una medida radical, muy común en la historia de la humanidad. Este hombre, poderoso y determinado, iba por el camino de Jerusalén a Damasco para encarcelar y torturar a aquellos que encontrara que estuvieran predicando la fe en el Señor Jesús. Pero sucedió algo que no tenía planeado.
En medio del trayecto, el mismo Jesucristo se le presentó, y su vida cambió radicalmente. No hubo en la historia de la humanidad alguien que cambiara tanto por el nombre de Jesucristo. Pero en este breve pasaje, Pablo nos deja la base de su vida ejemplar. No hubo otro como el apóstol Pablo, el hombre que evangelizó todo el mediterráneo y que escribió casi la mitad del Nuevo Testamento. ¿Qué hace a un hombre cambiar tanto como para pasar de ser un perseguidor empedernido a un predicador dedicado?
El mismo Pablo nos deja la respuesta. Antes de comenzar a trabajar para Jesucristo, primero se tomó el tiempo de conocerlo. Su pregunta obligada fue “¿quién eres?” Necesito saber quién me está deteniendo, antes de saber para qué lo está haciendo. Y Cristo se dio a conocer. Fue ese conocimiento lo que marcó definitivamente a este hombre para provocar en él un cambio tan significativo. Conocer a Jesucristo es el motor de los cambios.
Tal vez sea por eso que hoy vivimos un cristianismo tan apagado. En lugar de conocer a Jesucristo, sólo asistimos a las iglesias. En lugar de saber quién es, sólo cumplimos un ministerio. Pero eso no alcanza. Es solo religión. Y Dios no quiere eso para nuestras vidas.
Dios desea que el conocimiento de Cristo, nos motive, nos aliente y nos seduzca. Para que cambiemos la monotonía religiosa en pasión por Jesucristo.
REFLEXIÓN – Conocé para actuar.

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