24 de Septiembre – Vergüenza
“Llego Jesús a Capernaum, y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Que discutíais entre vosotros por el camino? Pero ellos callaron, porque por el camino habían discutido entre sí sobre quién había de ser el mayor.” Marcos 9:33-34 (NVI)
Vergüenza
Jesús y sus discípulos iban de Galilea a Jerusalén. Jesús caminaba solo adelante y los discípulos iban atrás, no estaban cerca de Jesús. Discutían acerca de quién de los 12 iba a ser el más importante, y las cualidades que necesitaba dicha persona para lograr ser reconocido en ese puesto.
Todos deseaban el lugar de la preeminencia. Es lindo mandar y tener poder sobre el resto. Cada uno habrá dado su argumento a favor y en contra de sus compañeros, y habrán defendido sus principios con mucha fuerza. Era un tema muy importante y cada uno quería prevalecer.
Fue marcado el cambio de actitud cuando llegaron a la casa y Jesús les pregunta sobre qué estaban discutiendo y todos hicieron silencio. Fue el silencio de la vergüenza. Lo que tan airadamente habían discutido un rato antes, los argumentos que habían dicho y las suposiciones que habían hecho, ahora eran silencio. Les daba vergüenza exponer su discusión delante de Jesús.
No es tan raro esto, que una cosa que hablamos sin tabúes ni reparos entre los compañeros o amigos, sea algo que callamos cuando estamos frente a Dios. Porque frente a Jesucristo, cada cosa toma el verdadero valor que tiene.
Esa discusión que en el camino era importantísima, frente a Jesús era una charla codiciosa y sin fundamento. Daba vergüenza. Jesucristo le da el verdadero valor a cada cosa.
La pregunta vuelve a surgir, como hace 2000 años: ¿Podrías hablar de esas cosas, o hacer esas cosas, o pensar esas cosas, si estuvieras al lado de Jesús? ¿Qué pensaría Jesús de vos?
Lo que nos olvidamos es que Jesucristo siempre está con nosotros, en todo lugar, a toda hora, en cada momento. Por eso deberíamos cuidarnos mucho en lo que decimos, hacemos o pensamos, no solamente cuando estamos en la iglesia y nos ve el pastor o el maestro, sino cada momento, porque Dios siempre nos ve. Así no tendremos que hacer silencio ni avergonzarnos por lo que dijimos.
Comparar cada día nuestras acciones con el ejemplo de Jesús, nos libra de sentirnos avergonzados.
REFLEXIÓN – Cerca de Jesús no hay vergüenza.
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