25 de Septiembre – Variación


“El rey Salomón mandó a buscar de Tiro a Hiram, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí. Su padre, que trabajaba en el bronce, era de Tiro. Hiram estaba lleno de sabiduría, inteligencia y ciencia para toda labor en bronce. Este se presentó ante el rey Salomón e hizo todas sus obras.” 1 Reyes 7:13-14 (NVI)
Variación
En estos últimos años se notó una franca decadencia en la excelencia. La tendencia es nivelar las capacidades para abajo. Hay excepciones, pero son contadas.
Hoy estamos acostumbrados a hacer tareas mediocres y nos alcanza con terminar la tarea. Pero Salomón nos deja un ejemplo preciso para seguir.
Estaba preparando la obra de construcción del templo. Era una obra fabulosa y enorme y no dejó nada librado al azar. Pensó en cada detalle, en cada pequeña tarea, en cada sutileza.
Para trabajar el bronce escogió a un artesano que era el mejor de todos. Seguramente había muchos artesanos en Israel, y me imagino la revolución y emoción que tendrían todos, esperando la nominación del rey para hacer la tarea.
Seguramente hubo un consejo de calidad, y muchos postulantes para cada tarea. Igual que ahora, habrá habido muchos amigos de los políticos de turno dispuestos a realizar la obra. Pero Salomón, no se dejó presionar por nadie y escogió al mejor artesano para Dios.
Esa debería ser nuestra meta. Buscar siempre la excelencia para Dios. Hacer el mejor trabajo, de la mejor manera, con el mejor rendimiento.
Uno tiende a minimizar ciertas tareas en la iglesia, porque humanamente hablando son menos llamativas, pero Dios merece la excelencia. Tenemos el ejemplo de los apóstoles que escogieron a 7 hermanos de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de fe, hombres que eran ejemplo en la congregación, para servir las mesas. Eligieron lo mejor y más capacitado de la iglesia para servir de mozos y luego se ve su servicio evangelizando el mundo.
Dios merece lo mejor. Si hay que cambiar una cerradura, o lavar una taza, o cuidar a los niños, o dirigir la alabanza, o tocar un instrumento, o dar los anuncios, o apagar las luces, o barrer la vereda, o dar la bienvenida, o acomodar a los hermanos en los bancos, o predicar la Palabra, cada tarea debe ser excelente, porque Dios es Perfecto y merece lo mejor.
REFLEXIÓN – Para Dios, la excelencia o nada.

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