27 de Mayo – Mesa
“Pero Mefi-boset, que estaba lisiado de ambos pies, vivía en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey.” 2 Samuel 9:13
Mesa
La costumbre antigua decía que el nuevo rey que dominaba al país, asesinaba a toda la familia del rey anterior, para que nadie quisiera usurpar su trono. Saúl había muerto en la batalla contra los filisteos, junto a sus tres hijos. Uno de ellos, era Jonatan, el íntimo amigo de David.
David era ahora el nuevo rey de Israel, había consolidado su reino, y logrado paz interior. Tenía el poder absoluto sobre el reino. Y entonces hizo la pregunta: ¿Queda algún descendiente de Saúl a quien pueda hacerle misericordia?
Parecía una pregunta barata, para encubrir su deseo de asesinar a cualquier descendiente de su antecesor. Había un hombre lisiado. Hijo de Jonatan, se llamaba Mefi Boset y vivía escondido por miedo a la represalia del nuevo rey. El hombre que iba a heredar un reino, vivió casi toda su vida con miedo, escondido en la pobreza, esperando que lleguen los soldados para matarlo.
David envía a buscar a este hombre y en lugar de matarlo, le devuelve todas las tierras que habían sido de su abuelo Saúl, le devuelve todos sus siervos, que iban a trabajar esas propiedades y lo invita a participar de la mesa del rey todos los días de su vida.
Mefi Boset no entendía nada. En lugar de matarlo, este rey lo estaba convirtiendo en un príncipe, le devolvía su dignidad, prosperidad y riquezas, y lo invitaba a vivir en su palacio y a comer de su comida todos los días.
¡Que felicidad tendría Mefi Boset! Después de tantos años de sufrimiento, alguien se acordó de el, y le tuvo misericordia. Lo saco de su lamentable condición y le dio un futuro, dignidad, y una mesa de príncipe.
Tal como hizo Jesucristo con vos y conmigo. Si te sorprende la actitud de David para con este hombre, deberías maravillarte de la actitud de Dios para con nosotros. El es el Rey Eterno y Perfecto. Esta rodeado de Santidad y de Dignidad absoluta. Y un día tuvo misericordia de los que vivíamos presos de nuestros miedos y miserias, pobres y sin futuro.
Nos hizo sentar en la Mesa del Rey, nos invita a su Palacio y nos hizo sus hijos. ¡Glorioso Salvador, que nos dio tantos privilegios!
REFLEXIÓN – Dios te invita a su Mesa, no faltés.
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