28 de octubre – Sumisión
“(…) Estoy huyendo de mi dueña Sara, respondió ella. Vuelve junto a ella y sométete a su autoridad, le dijo el ángel. De tal manera multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar (…)” Génesis 16:8-10 (NVI)
Agar era la esclava de Sara. Su ama, que era estéril, se la entregó a su amo Abraham para que tuviera un hijo con ella. Agar no podía elegir, sólo podía obedecer. Así que, además de cumplir con sus obligaciones de esclava, cuando el amo lo pedía, ella tenía que ir a su tienda. Abraham era un amo distinto de los otros, respetaba a las personas. Eso hacía el trabajo más fácil. Pero cuando se enteró que estaba embarazada, las cosas cambiaron. Abraham no tenía hijos y era un hombre entrado en años. Pero, ahora iba a poder tener descendencia de su esclava.
Sara ya era mayor. Era nada más que cuestión de tiempo que muriera. Entonces, cuando naciera su hijo iba a heredar todo. ¡La situación no podía ser mejor! De esclava sin futuro a la mujer más rica de la región. La oportunidad que se le presentaba a Agar era única y estaba dispuesta a aprovecharla. La Biblia resume el problema diciendo que Agar miraba a Sara con desprecio. Pero detrás de esta frase, seguramente, habría cientos de indirectas cotidianas, de gestos, de actitudes que Agar exageraba para enrostrarle a Sara que ella no tenía un hijo y su esclava sí. Las relaciones entre mujeres en algunos casos suelen ser complicadas. Un día, ya cansada de todo esto, Sara le exigió a Abraham que echara a la sierva de la casa.
Y Abraham lo hizo; echó a Agar. Embarazada, sola, sin futuro, Agar se encontró en una situación desesperada. Pero apareció el ángel de Dios para ayudarla. La orden que le dio fue algo extraña. La mandó a que regresase a la casa de Abraham y le indicó que se comportara sumisa con su ama. En lugar de seguir actuando con altivez y desprecio, debía mantener el perfil que había tenido antes. La situación ya estaba tensa. Las mujeres son muy memoriosas de las malas acciones. Pero Agar regresó a su lugar, y fue recibida.
No se volvió a comentar en la Biblia que hubiera diferencias entre ambas. Es posible que hayan existido. Pero no deben haber sido significativas. Agar regresó y fue obediente. Le costó mucho regresar para obedecer las órdenes de su ama que la había echado, y con quien no tenía una buena relación, pero lo hizo. Y Dios la bendijo.
Imita a Agar, aprendé a ser sumiso.
REFLEXIÓN – Obedecer te conviene.
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