28 de septiembre – Vergüenza
“Llego Jesús a Capernaum, y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Que discutíais entre vosotros por el camino? Pero ellos callaron, porque por el camino habían discutido entre sí sobre quien había de ser el mayor.” Marcos 9:33-34 (RVR)
Jesús y sus discípulos iban de Galilea a Jerusalén. Jesús caminaba solo, adelante y los discípulos iban detrás. No estaban cerca de Jesús, porque se encontraban discutiendo acerca de quien de los doce iba a ser el más importante, y qué cualidades necesitaban para lograr ser reconocido en ese puesto.
Todos deseaban el lugar de preeminencia, claro. Porque es lindo mandar y tener poder sobre el resto. Cada uno habrá dado su argumento a favor y en contra de sus compañeros y habrán defendido sus principios con mucha fuerza. Era un tema muy importante y cada uno quería prevalecer.
Pero es notorio como cambió la situación en la casa. Cuando Jesús preguntó que estaban discutiendo, todos hicieron silencio. Fue el silencio de la vergüenza. Lo que tan airadamente habían discutido un rato antes, los argumentos empleados y las suposiciones que habían hecho, ahora habían quedado acallados.
Les produjo una gran turbación tener que exponer su discusión delante de Jesús. No es tan raro esto, que una cosa que hablamos sin tabúes ni reparos entre los compañeros o amigos, sea algo que callamos cuando estamos frente a Dios. Porque frente a Jesucristo, cada cosa toma el verdadero valor que tiene.
Esa discusión que en el camino era importantísima, frente a Jesús era una charla codiciosa y sin fundamento. Daba vergüenza. Jesucristo le da el verdadero valor a cada cosa. Y la pregunta vuelve a surgir, como hace 2000 años ¿podrías hablar, hacer, o pensar esas cosas, si estuvieras al lado de Jesús? y ¿Qué pensaría Jesús de vos?
Y lo que nos olvidamos es que Jesucristo siempre está con nosotros. En todo lugar, a toda hora, en cada momento. Por eso deberíamos cuidarnos mucho en lo que decimos, hacemos o pensamos, no solamente cuando estamos en la iglesia y nos ve el pastor o el maestro, sino a cada momento, porque Dios siempre nos ve,para que no tuviéramos que hacer silencio, avergonzados por lo que dijimos. Comparar cada día nuestras acciones con el ejemplo de Jesús, es lo que nos libra de sentirnos avergonzados.
REFLEXIÓN — Cerca de Jesús, no hay vergüenza.
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