4 de Mayo – Competente
“Ésta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo. No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios.” 2 Corintios 3:4-5 (NVI)
Competente
Cuando estamos armando un equipo para jugar algún desafío, por lo general buscamos siempre lo mejor que tenemos disponible. Intentamos reunir a los jugadores más competentes para tener mayores chances de éxito. Nadie elige al que juega mal solo porque es simpático. La amistad queda de lado cuando se intenta lograr la victoria. Buscamos siempre el recurso más competente.
Esto pasa en todos los órdenes de la vida: cuando queremos cambiar de trabajo, con los amigos, en las relaciones o en el deportes. Cuando somos los que decidimos o elegimos nos genera cierto poder la posibilidad de elegir entre tantas opciones. Lo feo es cuando estamos del otro lado y no nos eligen por no considerarnos suficientemente competentes. Ahí la situación cambia y se hace más difícil de sobrellevar. Duele ser discriminado y dejado de lado.
Por eso siempre me maravilla la grandeza de Dios. No había nadie que se le pudiera comparar. Frente a su perfección absoluta, todo otro ser quedaba descalificado antes de comenzar a jugar. Y para completar sus designios en el cielo creó una legión de ángeles que le obedecían sin dudar ni cuestionar cada orden.
Son los mismos ángeles que no pueden entender cómo Jesucristo después de consumar la obra más grande de redención y amor, le encomendó a inmaduros, cambiantes y caprichosos seres humanos la enorme tarea de continuar con su obra en la tierra. ¿Por qué no fueron elegidos ellos, si tenían mejores cualidades, eran más confiables y de completa devoción y obediencia? Comparados con los ángeles, los seres humanos no son competentes.
Sin embargo, fue la decisión de Dios y la sustenta con esta promesa. Él mismo nos capacita por su Espíritu Santo y nos hace competentes para toda buena obra. Nos dio las herramientas y el potencial para alcanzar los objetivos que Dios nos ponga, porque nos capacitó dándonos a Dios mismo.
Ya no podés decir más “¡no puedo!”. No podés decir “¡soy así, no puedo cambiar!”. No hay excusa que puedas poner que justifique tus errores o falencias. Estás capacitado por Dios mismo. Dios te hizo un cristiano de elite.
REFLEXIÓN – Sos competente para Dios.
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