7 de agosto – Permanece
“Escúchame, familia de Jacob, aún en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré.” Isaías 46:4 (NVI)
Dijo un gran filósofo: lo único constante es el cambio. Es muy difícil mantener las cosas como están. Cambia la moda, cambian los gustos, cambian las personas. En Argentina, desde hace ya muchos años, ningún trabajo es estable. En la época de mis abuelos un trabajador se jubilaba en su primer trabajo. Le duraba toda la vida. Hoy, difícilmente logre permanecer más de diez años. Todo cambia demasiado rápido.
Los aparatos electrónicos, los electrodomésticos, la ropa, los inventos, las enfermedades, todo se modifica con mucha mayor rapidez que años anteriores. A medida que avanza el tiempo, el cambio se produce con mayor velocidad. En medio de tantas situaciones nuevas, es bueno saber que hay algo que no va a cambiar.
Dios no cambia. No importa cuantos años pasen, Dios permanece siempre igual. Su promesa para el caprichoso pueblo de Israel, se mantiene vigente hoy. Aquel pueblo se esmeró en desobedecerlo, en llevarle la contra, en ofenderlo y en darle la espalda. Y sin embargo, este Dios amante y misericordioso, les seguió siendo fiel. Para aquellos jóvenes impetuosos y descuidados, que hasta habían adorado a dioses de madera o de piedra, Dios hizo la promesa de que cuando estuvieran peinando canas, los seguiría sosteniendo, cuidando y librando.
¿Cuál es la razón para que Dios mantenga su promesa de cuidado y fidelidad? No está sustentada por la fidelidad del hombre, ni por su comportamiento ejemplar. A pesar de su conducta reprobada, Dios seguía sosteniendo a los hijos de Jacob. La única razón que justifica este accionar de Dios es su amor. Y su amor, no cambia.
El amor de Dios no envejece ni se oxida. No está condicionado por nuestras actitudes o por nuestras respuestas. Sigue siendo perfecto y absoluto. Porque Dios es eternamente perfecto, no cambia. Y nos sigue sosteniendo hoy, a pesar de nuestro mal comportamiento; nos sigue librando, a pesar de nuestros caprichos; y nos sigue cuidando, a pesar de nuestra obstinación por pecar.
Y hoy nos pide, que cambiemos. Que abandonemos nuestros malos hábitos y le seamos fieles. Que cambiemos en positivo, para poder corresponder tanto amor que permanece siempre igual. Que seamos un poco agradecidos, y podamos mantener una actitud ética frente a la misericordia eterna de Dios.
REFLEXIÓN – Dios no cambia.
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