7 de diciembre – Consecuencia

«Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido.» Salmos 130:4 (NVI)
Este era parte de un cántico gradual que los judíos solían cantar cuando se acercaban a Jerusalén para celebrar las fiestas anuales. Era un momento de gloria para el pueblo. La celebración de las fiestas anuales hablaba de la fidelidad de Dios. Era la recordación nacional de la liberación de la esclavitud de Egipto, la redención, la nueva vida, la libertad, la tierra prometida.
Los judíos solían ir recordando de dónde Dios los había sacado con mano poderosa, hasta colocarlos en el reino de David y Salomón, los íconos de la gloria de Israel. Y mientras se acercaban a Jerusalén iban entonando estos cánticos una y otra vez, para refrescar la memoria de los adultos, para educar a los jóvenes y a los niños que peregrinaban con ellos. Para instaurar en el corazón y en la mente de los caminantes, la realidad de su situación frente a Dios.
Eran nada, no tenían ninguna posibilidad de acercarse al perfecto y santo Dios del universo. Pero por su Gracia, Dios les abrió la puerta del perdón y los invitaba a ser conscientes de esta situación. Por eso el cántico repite esta idea, el perdón que Dios nos da es el origen de la reverencia que le tendremos. Es proporcional.
El respeto, la reverencia o el temor a Dios que sentimos, es la consecuencia directa del reconocimiento del valor del perdón de Dios en nuestra vida. Por eso decía Jesucristo que a quien se le perdona mucho, ama mucho; pero a aquel que se le perdona poco ama poco. ¿Cuánto te perdonó Dios a vos? ¿Te considerás una buena persona que no le diste demasiado trabajo a Dios?
¿Alguna vez viste una mancha de café en el vestido de una novia cuando entra a la iglesia? Yo jamás vi una. Y es porque ella se esfuerza en llegar completamente impecable. Una mancha, por más pequeña que sea, rompe la magia de la novia. El pecado causa el mismo efecto. No importa cuán limpia o bonita esté tu vida. Un solo pecado, por más pequeño que lo consideres, lo arruina todo. La perfección de Dios no acepta ni permite ninguna mancha.
Por eso su perdón es tan grande y generoso, tan amplio y abarcativo. Y te lo dio a vos. Te perdonó todos tus pecados. Por eso, Dios espera que le temas, que lo reverencies, que lo honres, que le agradezcas.
REFLEXIÓN – La consecuencia del perdón es la reverencia.

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