9 de Febrero- Espalda
“Pero ellos se negaron a hacer caso. Desafiantes volvieron la espalda, y se taparon los oídos.” Zacarías 8:14
Espalda
Cuando éramos chicos, con mi hermano solíamos jugar a no escuchar. Nos poníamos los dedos en los oídos y hablábamos fuerte, para tapar lo que el otro estaba diciendo. Y si eso no funcionaba, nos dábamos vuelta, y le dábamos la espalda. El otro se enojaba todavía más y gritaba más fuerte. El asunto terminaba cuando mi mama entraba en la habitación.
Era un juego tonto para molestar al otro. Era el juego de no escuchar. Pensábamos que era un juego que solo conocíamos nosotros, pero después aprendí que es un juego muy antiguo. El pueblo de Israel, ya lo jugaba en tiempos de Zacarías, y también mucho antes.
Durante mucho tiempo, Dios le estuvo diciendo al pueblo de Israel cual era la mejor manera de comportarse y de vivir. Y desde Abraham hasta Zacarías, la historia se repite. Un tiempo andaban bien, y al rato se olvidaban. Elegían no escuchar.
Cada vez que desobedecían, lo hacían con mayor intensidad. Porque el pecado tiene ese efecto cauterizador. Una vez que lo hiciste, ya no te parece tan grave. Israel desobedecía sus mandamientos y cada vez la ofensa era mayor. Es como una bola de nieve, cada vuelta que da se hace mayor y más peligrosa.
Y en consecuencia, cada vez, el llamado de atención de Dios era mayor y más duro. Hasta que finalmente, llega el castigo en forma de guerra, hambre, desolación, tortura y deportación. Todo por no querer escuchar, y por darle la espalda desafiante a Dios.
Hoy repetimos la historia, y queremos hacer lo que nos gusta, sin importarnos que es lo que Dios opina de nuestros actos. Hoy también desafiamos a Dios y hacemos lo que sentimos. Hoy también nos tapamos los oídos para no escuchar lo que claramente dice la Biblia de nuestros actos.
Y nos olvidamos que hacer eso es una tontería. Que darle la espalda a Dios es un acto de locura y de negligencia. No te hagas el sordo, sacate los dedos de los oídos. Volvé a escuchar. No hay verdadera felicidad lejos de Dios, aunque obtengas aparente satisfacción y creas que es muy divertido, darle la espalda solo te va a traer problemas, angustias y tristezas. No desafies a Dios. Mejor escuchalo. Acepta el concejo de Dios, es por tu bien.
REFLEXIÓN – Lo que Dios dice es bueno para vos.
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