20 de abril – Fresco

«Que regaré con agua la tierra sedienta, y con arroyos el suelo seco; derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus vástagos.» Isaías 44:3 (NVI)
Ciertas zonas de Argentina sufren regularmente las consecuencias de la sequía. Por falta de lluvias, las cosechas no rinden lo que se espera, o en el peor de los casos, se pierden totalmente. Tales circunstancias, preocupan mucho a la gente del campo. La baja de los precios internacionales, de los comodities y el aumento de los insumos del agro complican la situación. Y la sequía termina aniquilando toda esperanza. Ellos saben que una cosecha pobre los condena a las deudas y a los préstamos.
El pueblo de Israel sufría por el mismo mal. Hoy tenemos la ventaja de los préstamos bancarios, o la posibilidad de negocios alternativos. Pero para el pueblo de Israel, cuya economía dependía exclusivamente de la agricultura y de la ganadería, una sequía los condenaba no sólo a la quiebra sino también al hambre y a la pobreza extrema.
La falta de agua produce eso. Ves el deterioro paulatino e inevitable de la cosecha. Una lluvia es la diferencia entre la vida y la muerte. Pero no llega, y la angustia crece. Ves como tu esperanza muere un poco cada tarde con la tierra resquebrajada por la falta de agua, y el alma se sumerge cada vez más en las dudas y la tristeza.
El mismo efecto tiene su causa en los problemas, las dificultades o la angustia para el alma. Te van secando el ánimo, te quitan las fuerzas, te desgastan la vitalidad. La sucesión de problemas agota tus reservas y te deja como una tierra seca, árida y sin vida. Hoy es muy común encontrar cristianos que tienen el alma seca. Demasiados problemas que angustian el corazón.
Para los tiempos de Isaías, y para nuestro convulsionado siglo XXI, Dios tiene una solución maravillosa y divina. Él nos quiere refrescar con el agua de su Espíritu. Dios revitaliza tu alma seca y desgastada, con la potencia del río de vida de su Espíritu Santo.
Él te da el frescor, la vitalidad y la potencia necesaria para reverdecer tu vida seca y resquebrajada. Y transforma la tierra improductiva de tu tristeza en un jardín fresco. No es un cuento de hadas, ni una evasión de la realidad. Es la gracia de Dios, que nos fortalece para enfrentar los tiempos de crisis con la frescura de su Espíritu.
REFLEXIÓN – Refrescate con Dios.

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