12 de septiembre – Realidad
“Este es el mensaje que han oído desde el principio, que nos amemos unos a otros.”
1 Juan 4:11 (NVI)
La realidad que se vive en Palestina es terrible. No se puede creer tanta violencia por discriminación. Se matan israelitas y palestinos todos los días. Cada día hay más violencia y más destrucción. Algo parecido sucede en Irlanda. El odio entre católicos y protestantes no tiene límites. Se mata sin pensar a quién. No hay control, no hay ley, no hay respeto y, sobre todo, no hay amor. Parece increíble que los mismos compatriotas se estén golpeando y matando por una diferencia religiosa. Justamente cuando la religión promueve el amor y no la guerra, cuando insta hacia el perdón y no hacia el odio.
Y uno, que no forma parte de ninguna de esas guerras ideológicas se cree que es mucho mejor persona porque no mata a nadie, porque no odia a nadie, porque está al margen de tanta locura.
Pero Dios nos pide que demos un paso más. No alcanza con no tomar partido, con no usar la violencia, los cristianos debemos ser generadores de amor. Y en un mundo marcado por la violencia y la guerra, debemos vivir actuando con amor. Aunque lo hagamos solos, y nadie nos acompañe, los cristianos debemos vivir en amor. No importa que no nos devuelvan ese amor. Amar es nuestra obligación, porque Dios lo manda.
Y cada cristiano primero debe amar en su casa, luego en la iglesia, y luego en el barrio, siguiendo en su trabajo, en su colegio y en su ciudad. Estamos acostumbrados a ser cómodos y a condicionar nuestro amor, y entonces, queremos a los que nos quieren. El resto no importa. Somos egoístas al dar amor.
Pero, sin embargo, somos crueles con las burlas, con los chistes de mal gusto, con la discriminación, con el menosprecio, que son todas consecuencias de no amar como Dios quiere. Muchas veces lastimamos con las palabras y otras con el silencio. Y Dios no lo aprueba. Dios llama a eso pecado.
El amor que Dios te pide para los demás, es el mismo que tuvo para con vos. Un amor desinteresado y generoso. Un amor que ama, a pesar de los errores y las diferencias. Un amor que ama, aunque el destinatario de ese amor no merezca ser amado. No se trata de lo que sentís, sino de lo que Dios te manda a hacer.
Dios te ama así, y espera que actúes igual.
REFLEXIÓN — El amor es una elección.