13 de marzo -Preocupación

«¡Aclamad a Dios con voz de júbilo! Porque Jehová el Altísimo es temible; Rey grande sobre toda la tierra.» Salmos 47:1-2 (RVR)
De todos los libros de la Biblia, el que más nos alienta a la alabanza y a la adoración es el libro de los salmos. Permanentemente nos da motivos y razones para alabar a Dios, y también nos recuerda verdades por las cuales adorarle.
Es cierto que este mundo está bajo el domino de Satanás, esto lo declara la Escritura, pero nadie puede dudar que aunque temporalmente el diablo maneje la tierra, el control absoluto lo tiene Dios.
¡Qué bueno es saber que nuestro Dios es Temible! Que nadie le puede hacer sombra; que no tiene oponente. Él es Grande, es Soberano, es Eterno, es Glorioso. Dios es, fue y será siempre el Todopoderoso y Magnífico Rey eterno. Nada escapa de sus dominios, nada está fuera de Su voluntad. Es el único que merece respeto absoluto.
Dios es el Altísimo. No hay nadie sobre Él. No tiene que rendir cuentas, no depende de nadie, nadie fue antes que Él, porque estuvo siempre. Dios es permanente. Dios es la Realeza Absoluta: nadie puede siquiera intentar sacarle el trono. Él esta por sobre todo y por sobre todos. Es el Rey de todos los reyes y el Señor de todos los Señores. Es el Amo de todos los amos y el Dueño de todos los dueños. Dios es Superior.
¡Cómo no vamos a adorar a nuestro Potentísimo Dios!, ¡Cómo no vamos a alabarle!. Él es la fuente de toda seguridad, de paz, de control, de amor, de satisfacción, de cuidado, de justicia, de misericordia, de todo lo bueno.
Y este Dios tan inmenso y potente, desea ser no sólo nuestro Padre sino también nuestro amigo. Resulta increíble pensar que un ser tan grande desee relacionarse con mortales tan pequeños, cambiantes y pecadores como vos y yo. Y sin embargo, Dios desea estar cerca de nosotros porque nos ama.
Ahora, es el mejor momento para exclamar con voz de júbilo y alabar a nuestro Eterno Dios. No podemos callarnos ante la soberana realeza de nuestro Padre, y ante su permanente amor, un amor que nunca deja de ser. Aquel que realmente conoce a Dios, no puede menos que adorarle y exaltar su grandísimo nombre.
REFLEXIÓN — El Eterno Dios se preocupa por pequeños mortales.

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