20 de Enero – Negación

 


«Aunque tenga que morir contigo, insistió Pedro, jamás te negaré. Y los demás discípulos dijeron lo mismo.» Mateo 26:35

Negación
Cada persona es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Por algo la Biblia recomienda ser lento para hablar y aclara que es de sabios guardar silencio. La situación que estaban enfrentando los discípulos era muy tensa. El Maestro estaba muy angustiado. Les estaba hablando de problemas, de muerte, de traición. En los últimos días muchas cosas habían cambiado.
Pero cuando Jesucristo dice que todos lo iban a abandonar, y escaparían para salvar sus vidas, Pedro fue el primero en hablar y después se le sumaron todos los demás. Es fácil hablar. Tal vez en sus mentes estaba el sincero deseo de mantener sus palabras, y en esa habitación de la última cena, sonaba razonable esa declaración.
Lamentablemente algunas horas más tarde, cuando una turba de soldados, guardias, sacerdotes y chusmas llegaron al monte de Getsemaní encabezados por Judas el traidor para apresar a Jesucristo, ninguno se acordó de sus promesas de fidelidad.
Porque la convicción de las palabras se testea en medio de los problemas. En la habitación, todos daban su vida por proteger a Jesucristo, pero en el monte, esa noche, todos corrieron para salvarse, cada cual por su lado, sin mirar atrás.
Cada vez que escucho hablar de este tema, percibo la misma sensación de censura y crítica para los discípulos. Es cierto que lo que hicieron fue muy malo, que Jesucristo no merecía esa actitud, que hubiera sido más valiente quedarse. Pero no lo hicieron. Y por eso, todavía hoy les siguen lloviendo críticas.
Criticamos sin darnos cuenta, que muchas veces tomamos la misma actitud que ellos. Porque hablamos mucho de cuanto amamos a Dios, y cuan bueno es. Pero cuando los problemas aparecen, nos olvidamos y nos escapamos.
Cuando hablan el lunes de las salidas del fin de semana, escondemos que fuimos a la iglesia para que no se burlen. Adoptamos el vocabulario del resto, para no desentonar con los compañeros de trabajo. Envidiamos y murmuramos de todo lo que nos molesta. Criticamos en la iglesia al que hace algo y al que no hace nada. Nos olvidamos de orar y preferimos ver la tele antes de leer la Biblia.
Y en cada actitud de estas, actuamos igual que los discípulos. Dejamos a Jesús solo, por comodidad o conveniencia.
REFLEXIÓN – No tengas negaciones cotidianas.

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