25 de Junio – Respeto


Guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová. Pero ahora toma la lanza que está a su cabecera y la vasija de agua, y vámonos.” 1 Samuel 26:11 (NVI)
Respeto
¿Guardás rencor en tu corazón? ¿Hay algo de resentimiento en tu mirada? ¿Alguien te hirió o te hizo daño y no lo has podido perdonar? Recordá que el Señor Jesucristo en la cruz, perdonó a sus enemigos. Hoy en día se relaciona a la grandeza con el poder, con el éxito económico o social, con la cantidad de “me gusta” que tenés en facebook, o de twiter. Pero la verdadera grandeza se manifiesta en el respeto.
David estaba huyendo de Saúl. Había perdido todas sus comodidades, estaba exiliado, lejos de sus seres queridos, pasando frío, hambre y sed. Vivía en las montañas y estaba angustiado, solo y sin nadie en quien confiar. Se escapaba de amigos y de enemigos.
Detrás de David había siempre un ejército de Saúl que lo estaba buscando. Era una obsesión para Saúl, encontrarlo. Él mismo encabezaba las artidas de búsqueda. Una noche, mientras estaba escondido, a David se le presentó la posibilidad de terminar con todos sus sufrimientos. Saúl estaba durmiendo a pocos pasos de su escondite. Los amigos más íntimos de David lo alentaban a matar a su enemigo y librarse de esa condena. Él jamás dañaría al ungido de Jehová.
Pasaron 4000 años y estamos sentados frente a nuestra computadora, lejos de las espadas y las guerras, mucho más tranquilos que David, pero habiendo perdido algo de su grandeza. Hoy no tenemos el mismo respeto por los escogidos de Dios. En la iglesia nos creemos con derecho a hablar mal y murmurar de nuestro hermano, y hasta del pastor, sin comprender la gravedad de nuestros actos.
Tenemos que entender la suprema importancia que tiene cada hermano en la congregación. Es una persona que costó la muerte de Cristo. Es un ser extremadamente valioso. Es un escogido de Dios.
En lugar de hablar mal, murmurar o criticar, deberíamos tratar con respeto y alta estima a aquel con quien compartimos el culto (qué compartimos). No importa lo que los demás hagan con nosotros, nuestra responsabilidad es respetar y cuidar al escogido de Dios. No podemos menospreciar a aquel por quien Cristo murió.
 REFLEXIÓN – El respeto no debe condicionarse.

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