3 de Noviembre – Morada

«¿…acaso no saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu Santo vive en ustedes?» 1 Corintios 3:16
Morada
El templo en la antigüedad era un lugar sagrado. Cada pueblo tenía su deidad y un templo donde adorarla. A mayor importancia, mayor templo. Existen aun hoy grandes monumentos en Grecia y en México con los templos levantados a sus dioses.
Eran considerados algo sagrado, a tal punto que ningún hombre en su sano juicio dañaría la propiedad de su dios. Estos actos vandálicos, solo se veían cuando un pueblo invadía a otro, y para causarles un mal mayor, destruía sus templos y sus altares.
Era una manera de matar su identidad como pueblo. Y en un mundo tan supersticioso como la primera era cristiana, los dioses gozaban de los mayores beneficios posibles, y sus sacerdotes se encargaban que la fidelidad no disminuya. Alentaban a los fieles, a cuidar a sus templos.
Y estas personas lo hacían. Dejaban grandes cantidades de dinero solo para que el templo de su dios luzca bonito. Sin importarles que los sacerdotes usaran ese dinero para su beneficio personal.
Todo esto lo hacían paganos que no conocían al Dios verdadero. Cada cual cuidaba a su falsa deidad. Pero muchas veces, el templo de Dios, estaba arruinado y abandonado. En comparación, somos mucho más desatentos nosotros que los paganos.
Y lo que es peor, el templo que a Dios más le importa, es al que menos atención le prestamos. Si, nuestro cuerpo, que es la morada permanente del Espíritu Santo, es el lugar que menos atención le damos. El lugar que más ensuciamos, que peor arreglado esta. Nuestra mente, lo que miramos, lo que escuchamos, lo que leemos en privado, sin que nadie nos vea, muchas veces ofende a Dios.
Y con eso manchamos Su Templo, porque nuestro cuerpo fue comprado también por la sangre de Cristo, y Dios es su Dueño. Música, chismes, pornografía, chistes verdes, lenguaje obsceno, comentarios de oficina, envidia, son las cosas con las que a diario ensuciamos el templo de Dios.
Nadie tira el resto de la comida en el pulpito del templo, ni escupe en los bancos de la iglesia, pero nuestros pecados cotidianos hacen algo mucho peor que eso en la morada cotidiana del Espíritu Santo. La próxima vez que seas tentado a hacer algo que a Dios le desagrada, acordate de mantener limpio el Templo de Dios.
REFLEXIÓN – No ensucies la morada de Dios.

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