4 de abril – Sed

«Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed.» Juan 19:28 (NVI)
¿Cuándo fue la última vez que Jesucristo tomó algo de líquido antes de manifestar que tenía sed en la cruz? Muy probablemente haya sido durante la última cena con sus discípulos. Después comenzó el terrible suplicio mental, emocional y físico que desencadenó su muerte. Fue al huerto para soportar la soledad; sus amigos durmiendo mientras Él sufría. Padeció la traición con el beso de Judas.
Fue llevado por los soldados hasta la casa del sumo sacerdote para ser sometido a un juicio humillante y mentiroso mientras era golpeado sin piedad. De allí, ante Pilato. Luego, ante Herodes. Nuevamente, ante Pilato. Los latigazos, los golpes, la corona de espinas, el manto púrpura sobre las heridas sangrantes, los palazos en la cabeza incrustando aun más las espinas en su cráneo, le arrancaron el manto púrpura y así abrieron otra vez sus heridas. Llevó la pesada cruz por el camino más largo hacia el Gólgota hasta que, agotado, tuvo que ser ayudado por Simón.
Finalmente fue clavado en la cruz, y durante todo ese tiempo, no tomó ni un sorbo de agua. ¿Por qué? Si hubiera pedido agua antes seguramente se la hubieran dado. Pero no lo hizo, simplemente, porque quería cumplir la Escrita. Hay trescientas treinta y dos profecías en el A.T. sobre el Mesías sufriente y Jesucristo las cumplió todas. Existe nada más que una posibilidad en 87 (con 90 ceros) que alguien pueda cumplir con todo esto. Y Jesucristo lo hizo, solamente porque quería salvarte.
Él estaba interesado en cumplir a la perfección todas y cada una de las profecías de las Escrituras, para poder ser el inequívoco Salvador, sin importarle las circunstancias que tuviera que padecer. Es cierto que hay situaciones que no estaban bajo su control, como su nacimiento en Belén, o su sepultura en un sepulcro sin usar, o el corte con la lanza del soldado.
Pero todas estas cosas confirman con mayor certeza que Jesucristo es el Mesías. Todo lo que dependía de Él lo acató al pie de la letra. Hasta generó su sed para cumplir acabadamente con toda la profecía. Y cuando estuvo todo concluido, exclamó el grito de triunfo más glorioso de la historia: Consumado es. Ya está todo hecho. La salvación es una realidad.
¡Glorioso Salvador!, gloriosa muestra de amor por vos.
REFLEXIÓN – Cristo tuvo sed por vos.

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