10 de noviembre – Perdedores

“Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó.” Mateo 14:32 (RVR)
La consigna era sencilla: los discípulos tenían que cruzar el lago y esperar a Jesucristo del otro lado. Acababan de cerrar un día glorioso. Era un milagro sin precedentes: Cristo había alimentado a más de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. ¡y les habían sobrado doce bolsas de comida! Todos estaban felices y positivos.
Lo que Cristo les pidió no parecía difícil. Casi la mitad de los discípulos eran pescadores de profesión. Conocían el lago, la embarcación, los vientos, sabían como manejarse, y tenían experiencia. Subieron a la barca, seguramente Pedro que siempre hablaba mucho y estaba habituado a esas tareas indicó las posiciones. Cristo los vio irse desde la orilla, estaba anocheciendo.
Cuando cayó la noche comenzaron los inconvenientes. Surgió un viento tempestuoso que era contrario a la dirección de la barca, y el viaje se complicó. Aquella consigna que parecía tan simple en la orilla, ahora estaba bastante difícil. Durante horas los discípulos se esforzaron pero no lograron avanzar. El viento contrario era demasiado fuerte. Ya los gritos de Pedro no surtían efecto, la experiencia de Jacobo y Juan no solucionaba nada. El sacrificio de expertos e inexpertos para avanzar era inútil.
El emprendimiento estaba condenado al fracaso, y la ruina estaba cerca. Toda la experiencia, el trabajo y el sacrificio de horas de remar contra el viento habían sido inútiles. En la barca había doce perdedores que no pudieron alcanzar su objetivo, que fallaron cuando trataron de alcanzar la meta. Tal vez te sientas como esos hombres cansados en la barca. Tal vez hoy estás remando contra la corriente, y te sentís un fracasado más. El objetivo deseado está muy lejos y ya no tenés más ganas de seguir remando.
Mirás a tu alrededor, y el éxito de los otros te genera todavía una sensación más grande de vacío y frustración. Tu barca se hunde, el fracaso está a la puerta. Perdiste de nuevo. Pero cuando menos lo esperás, Jesucristo vuelve a aparecer, y como a sus discípulos aquella madrugada, también se acerca a la barca de tu vida.
Con Jesús dentro de la barca, el viento se calmó y los discípulos llegaron fácilmente a la otra orilla. El fracaso dio paso a un éxito rotundo porque el Señor Jesús estaba adentro. Para tu problema de hoy, Cristo te ofrece tu ayuda. Solo con Cristo manejando el timón de tu vida, volvés a ser un verdadero ganador.
REFLEXIÓN – Elegí salir de perdedor, subí a Jesús.

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