8 de noviembre – Contrario

“Y la barca ya estaba bastante lejos de la tierra, zarandeada por las olas, porque el viento le era contrario.” Mateo 14:24 (NVI)
La historia es conocida para aquellos que leemos habitualmente la Biblia: Jesucristo acababa de alimentar a una multitud, un milagro impresionante. Los discípulos habían sido testigos directos de este hecho. Ellos habían repartido la comida entre más de cinco mil personas y vieron como siempre aparecía más. Cuando la zona quedó despejada, Jesús decidió cruzar para ir al otro lado del lago.
Envía a sus discípulos en la barca y Él sube a un monte a orar. El viaje, que iba a ser corto y sencillo, comenzó a complicarse. Se levantó un viento muy fuerte, que impedía que avanzaran. Después de algunas horas de lucha contra las inclemencias del tiempo los discípulos estaban cansados, preocupados y angustiados. Y para peor estaban solos. Cristo se había quedado en la costa.
En la pequeña barca, rodeados de olas amenazantes, sin poder resistir los vientos que eran contrarios, Jesucristo no estaba. ¿Cuántas veces nos sentimos como los discípulos, cansados, zarandeados y solos en medio de las complicaciones?
Te sentís sin ganas, desanimado y sin solución. Mirás a los costados y solo ves más problemas, mirás en tu barca y solo encontrás más soledad. Los problemas tienen, entre otras, esa característica negativa: te aíslan, te desgastan y te deprimen. Parece que no hay salida y que la ayuda siempre está lejos.
Dios nos deja esta promesa de aliento. Mientras los discípulos remaban solos sin poder resolver el problema, desde arriba del monte, Jesucristo los estaba observando. No estaban solos. La mirada amorosa de Dios estaba atenta a sus movimientos y a sus sentimientos. Y cuando fue el momento oportuno, Cristo apareció en la barca y las contrariedades se calmaron.
Es cierto que si aparecía antes los discípulos hubieran estado más tranquilos y descansados antes. Hubiera sido menos traumático o angustiante. Pero ellos jamás hubieran aprendido que cuando el viento sopla en contra y parece que estás más solo que nunca, Dios tiene el control. Él te observa con atención y amor cuando estás remando sin esperanza y aparece con la solución cuando es el momento oportuno.
Si hoy estás remando desconsolado viendo tu barca vacía y sin salida, Cristo vuelve a decirte que podés confiar en Él. No importa cuan contrario sea el viento, ni cuan terrible sea tu problema. Dios tiene el control.
REFLEXIÓN – Ningún viento es más fuerte que Dios.

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