9 de Abril – Entrada
“Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que Jesús hacía y a los muchachos aclamando en el Templo y diciendo: “Hosanna al Hijo de David”, se enojaron.” Mateo 21:15 (NVI)
Entrada
Jesús ingresaba a Jerusalén en la famosa “entrada triunfal”, a la vista de todos sus enemigos, mostrándose firme y seguro. Acto seguido entra al templo y voltea las mesas de los cambistas y de los que vendían animales para los sacrificios y sana a muchos enfermos. Su ingreso a la ciudad fue digno de un rey, la gente gritaba y lo saludaba, ponían sus túnicas para que Él las pisara. Y por si eso fuera poco, entra al Templo donde estaban sus enemigos, y a la vista de ellos, destroza sus negocios de venta de animales para sacrificios.
En lugar de pasar inadvertido y mantener un perfil bajo (ya que estaban buscándolo para matarlo) Jesucristo adopta una actitud valiente. No se esconde. Era su hora y tenía que aprovecharla. Y lo hizo.
Y es maravilloso ver cómo según quién mira, se pueden observar cosas diferentes.
Por un lado estaban los muchachos que menciona Mateo, que eran niños de 12 años aproximadamente,y que por lo general no se les permitía ingresar al templo. Sin embargo, ese día no era un día común. Se habían producido hechos únicos en la historia y los chicos que estaban viendo todo lo que Jesús hacía, no pudieron menos que adorarlo, maravillados por esta persona gigantesca y magnética.
Por otro lado estaban los fariseos, los religiosos, cumplidores de los ritos, los escribas, los que de labios decían que respetaban a Dios y a su Ley; ellos se enojaron. No vieron nada, solamente una razón más para enojarse.
Es extraño que ante una misma realidad, las personas vean cosas tan distintas.
Pueden haber muchas explicaciones para esto, pero la más simple es que uno ve lo que quiere ver, lo que su bronca o su alegría le permite ver.
Si hoy no tenés una clara imagen de Jesucristo, si estás enojado, si hay algo que no te deja ver bien Su gloria y grandeza, es tiempo de revisar tu interior y ajustar las cuentas con Dios. Es tiempo de limpiar la mirada. Jesús es siempre el mismo, lo que cambia es tu estado de ánimo y la manera de verlo.
REFLEXIÓN – Todo es del color del cristal con que se mira.
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