24 de julio – Victoria

“Con Dios obtendremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!” Salmo 60:12 (NVI)
Durante siglos, los seres humanos hemos deseado que nuestros enemigos desaparecieran como por arte de magia. Como sucede en las películas de ficción, con magos o sueños, cuando el protagonista herido, y casi derrotado, vence milagrosamente a sus múltiples enemigos sin ayuda. Desearíamos, como les sucedió a varios reyes del pueblo de Israel, que Dios interviniera en nuestros asuntos e hiciera desaparecer a nuestros enemigos. Como en el relato bíblico, que Dios intervino y en un segundo miles de soldados que iban a atacar a Su pueblo, fueron aniquilados.
Seguimos añorando intervenciones divinas que eliminen las dificultades en forma instantánea y sorprendente, para darnos soluciones rápidas a problemas graves que nos afectan y nos intimidan. Pero, analizando nuestros últimos años podemos notar que Dios ya no actúa así. Ya no se manifiesta de manera poderosa e inmediata arreglando con su mano increíble los asuntos de los seres humanos. Sigue teniendo el mismo poder, pero eligió no hacerlo como era su costumbre en los tiempos de Moisés, de Josué, de Elías, o de los reyes de Israel.
Y entonces, los seres humanos debemos recurrir a otros elementos para vencer a nuestros enemigos. Por lo general, se asocia el término enemigo con aquel que nos agrede, nos critica, nos miente, o nos calumnia. También solemos asociar la palabra enemigo con alguna persona que no es de nuestra simpatía. Pero el concepto es mucho más amplio que todo esto. Enemigo es aquel que nos quita la tranquilidad, la estabilidad, la paz, las ganas, la alegría y el ánimo.
Hoy, el estrés, las presiones, los problemas, la angustia, la soledad, la falta de comprensión, o la depresión son enemigos mucho más poderosos y temibles que persona alguna. Agreden más, lastiman más, angustian más. También para ellos, desearíamos que Dios actuara con la misma celeridad que antes, y los eliminara sin dejar rastros.
Pero al mirar la semana que pasó, nos damos cuenta que eso no sucede. Las dificultades siguen agobiándonos y no nos dan respiro y lejos de solucionarse, parece que se incrementan. El salmista lo sabía, y por eso puede darnos esta primicia de confianza absoluta. Dios va a darnos la victoria. Dios, que nunca miente y que es absolutamente fiel, va a pisotear a nuestros enemigos para darnos la victoria.
Ponele el nombre de tu enemigo más terrible, y repetí con el salmista: Sobre este problema, Dios va a darme la victoria.
REFLEXIÓN – Dios tiene tu victoria.

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