24 de octubre – Barbaridad
“Entonces Pilatos, como quería quedar bien con la gente, dejó libre a Barrabás; y después de mandar que azotaran a Jesús, lo entregó para que lo crucificasen” Marcos 15:15 (RVR)
Nadie nombra Barrabás ni siquiera a su perro. Es un nombre que quedó marcado como algo negativo, malo y despreciable. Nadie le pondría Barrabás a su propio hijo, porque su mala vida es bien conocida por la historia.
Había muchos judíos descontentos con el régimen romano. Muchos subversivos y violentos que querían un país libre. Barrabás era uno de ellos. Ladrón, asesino, luchaba amotinado a su manera contra el imperio romano. Por eso, cuando fue apresado, sabía que le esperaba la cruz. No había abogado que pudiera evitar su condena. No hubo juicio, solo sentencia. Sus actos merecían el castigo más cruel.
Y para su sorpresa, Pilatos decide dejarlo libre. Otro condenado ocuparía su lugar, alguien insultado por la multitud, destrozado por el látigo, que apenas podía estar en pie. Esa mañana en el pretorio, Barrabás no lo podía creer y alentaba a la muchedumbre a que pidieran el nombre del otro condenado (Jesús) para ser crucificado, pues él quería salvarse a toda costa.
El soldado romano, lo escoltó hasta la puerta y lo dejó salir. Ya era libre. No sabemos que pasó luego con Barrabás. Se perdió en la historia. No tuvo ni siquiera el gesto de agradecerle a Jesús por tomar su lugar. Simplemente se aprovechó de la situación y siguió haciendo con su vida lo que tenía ganas.
Censuramos con dureza la actitud de Barrabás, pero lo imitamos a diario. Nosotros también fuimos reemplazados en la cruz. Jesucristo tomó nuestro lugar, y muchas veces, actuamos con la misma indiferencia que Barrabás. Merecíamos el castigo, pero fuimos rescatados por Jesús. Y a pesar de conocer ese acto de amor, despreciamos al Salvador, no nos importa lo que piense o diga de nuestros actos. Hacemos lo que queremos, vivimos como queremos, somos caprichosos y mal educados. Pecamos con descaro a diario, nos manejamos por impulsos, justificamos nuestros errores y no queremos cambiar.
Somos como Barrabás, unos caraduras que nos aprovechamos de la eterna bondad de Cristo. Pero hoy debemos cambiar. No podemos seguir siendo insensibles al amor del Señor Jesús. Debemos agradecerle, por tomar nuestro lugar en el castigo divino, mostrando obediencia.
Que tu amor se demuestre, en tus acciones cotidianas. Sin excusas, sin pecados, sin errores.
REFLEXIÓN: Es una barbaridad, actuar como Barrabás.
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