7 de Mayo – Felicidad

“Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ellas escritas, porque el tiempo está cerca.” Apocalipsis 1:3 (RVR)
Juan contó hace casi 2000 años la manera de ser felices. Ser bienaventurado es ser tres veces feliz. Es ser muy feliz, es ser re feliz. Y lo extraño es que los cristianos conocemos esta verdad, y a veces no le damos importancia. Para ser feliz hay que leer, oír y guardar la Palabra de Dios.
Una frase de diecisiete palabras que encierra una enorme verdad. En este siglo XXI, donde todos los valores están cambiados, que hay que coimear, que ser infiel está de moda, que la virginidad es una tontería, que la mentira es la mejor opción, donde el orgulloso y el soberbio siempre tienen éxito, que el mejor estudiante es el que se copia y pasa de año, que la homosexualidad está bien, que ser ama de casa es la peor ocupación, que Dios no existe y el diablo tampoco, esta gran verdad que decía Juan hace 2000 años parece pasada de moda.
Pero lo único que logran con ésto es vivir peor. En la actualidad, las personas no son más felices que antes, aunque sí son menos acartonadas. Hoy la tasa de suicidio, la delincuencia y el abuso de drogas aumenta, sin embargo, no hay mayor felicidad.
Porque no hay vida feliz si estamos lejos de los principios de Dios. Y a veces, los cristianos nos vemos tentados a copiar conductas y modos de las personas que nos rodean, porque aparentemente “son más divertidos“.
Dios no es ambiguo. La vida feliz que Él te ofrece, no tiene garantizado un buen sueldo ni salud permanente. La vida feliz que Dios brinda a los que son obedientes y respetan sus principios, es una vida donde hay paz, armonía, seguridad, tranquilidad, amor dentro del ser y que puede ser contagiada a otros.
La felicidad no se mide con la cantidad de cosas que puedo comprar, porque no depende de lo que tengo. Esa es una mentira de este siglo. La verdadera felicidad radica en tener paz con Dios, y esa felicidad nadie te la puede sacar. Esto lo aprendemos de guardar los mandamientos de Dios. Es la consecuencia. Sin obediencia, no hay felicidad.
REFLEXIÓN — Felicidad no es tener lo que uno quiere, sino querer lo que uno tiene.

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