14 de agosto – Lengua

“El que anda con chismes descubre los secretos, no te entremetas pues, con el suelto de lengua.” Proverbios 20:19 (RVR)
Hay veces que preferimos hacernos los sordos para no escuchar lo que tenemos que escuchar. Este es un consejo muy difícil de poner en práctica, pero también es muy duro de recibir. Y frente a un consejo de esta naturaleza, generalmente tomamos dos actitudes.
O bien, nos hacemos los desentendidos como si el asunto no tuviera que ver con nosotros, o, le asignamos el problema a otra persona. Y nunca nos hacemos cargo de nuestros propios asuntos.
El problema del chisme es un mal hábito en las iglesias. Todos se creen con derecho a hablar de otro hermano. Y bajo el piadoso manto de “lo que digo es verdad, y sólo para ayudar” estamos acostumbrados a sacarle el cuero a cuantos hermanos conocemos, y nos autoconvencemos de que no estamos haciendo nada malo. Pero eso es un peligroso y terrible error.
Hace poco escuché una frase muy sabia. Aquel que habla con vos, va a hablar de vos. Por lo general, la persona con la que comentás las intimidades y acciones de otro, también le va a contar a terceros sobre tus intimidades y acciones. Y aunque sea, aparentemente, muy divertido y entretenido hablar de otros, la Biblia lo cataloga como pecado.
El problema es que, como es tan común, ya no lo consideramos así, sino sólo un inocente comentario sin intención. Pero frente a la opinión de Dios, tu comentario es pecado. Y es tan culpable el que habla, como el que pone el oído para escuchar. Por eso recomienda el sabio de la antigüedad, alejarse de tales personas.
Puede ser que estés involucrado en este tipo de actitudes, puede que seas parte de los comentarios o de las críticas a los hermanos en la iglesia. Hoy, Dios te llama a dejarlo y cambiar. No escuches comentarios de terceros.
Tenemos la obligación de respetar y hacer respetar el buen nombre de las personas importantes. Y aquellos por los que Cristo dio su vida son los seres más importantes de la tierra. Su valor es igual al de la vida del mismísimo Hijo de Dios.
No hables de tus hermanos o hermanas, por quienes Cristo murió. No seas un factor de chisme. Dios exige la santidad, y es la santidad también de tu boca y de tus oídos.
REFLEXIÓN — Para evitar el chisme hay que cerrar los oídos y la boca.

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