11 de Octubre – Ver
“Y oró Eliseo, diciendo: Te ruego, Jehová, que abras sus ojos para que vea. Jehová abrió entonces los ojos del criado, y este vio que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo”. 2 Reyes 6:17 (NVI)
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Hay un famoso dicho que dice: “A veces el árbol no te deja ver el bosque”. Los judíos estaban muy comprometidos, estaban en problemas. Sus enemigos los tenían rodeados, eran mucho más en cantidad de soldados y en armamento. Era una situación desesperante.
Lo más coherente era buscar una salida digna, y rendirse para evitar millares de muertes. Era una situación sin salida y los hombres comunes tenían miedo. Era necesario buscar un recurso favorable lo más rápido posible. Era tonto querer pelear, sería una masacre sin sentido. Era mejor pedir clemencia antes que morir.
Pero en ese lugar estaba Eliseo, un profeta de Dios. Él veía lo que el resto no podía ver, él veía la salvación de Dios. Sabía en quién habían confiado y sabía que Dios nunca falla. Cuando todos pensaban que Eliseo estaba loco porque veía salvación donde había destrucción y victoria donde había derrota, este hombre ora a Dios, y Dios abre los ojos ciegos para que vean la salida.
Muchas veces estamos como el criado de Eliseo. Estamos tan preocupados mirando la situación que nos rodea, que no vemos otra cosa más que nuestro problema. Y no podemos ver que Dios siempre tiene una salida.
Puede ser que no sea la salida que deseamos o esperamos. Puede ser que la salida tarde en llegar, o puede ser que nuestro problema esté inflado por la ansiedad y la preocupación, pero siempre Dios tiene una salida. Eliseo nos da la clave del problema. Solo cuando recurrimos a Dios en oración, Él se manifiesta y recibimos la respuesta. Hasta que no oró, su criado no podía ver nada. Después de la oración, sus ojos fueron abiertos.
Necesitamos volver a estar cerca de Dios. Cuanto mayor sea el problema, cuando más difícil sea la situación, cuanto más grande sea la tristeza, tanto más debemos acercarnos a Dios orando para que Él abra nuestros ojos, y nos dé la tranquilidad de ver que siempre tenemos la respuesta divina cerca.
REFLEXIÓN – Hay que levantar la mirada para poder ver.
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