17 de abril – Consolar
«Pues tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos». Filemón 1:7 (RVR)
Filemón, un viejo conocido de Pablo, era un hombre fiel, un buen cristiano, un hijo de Dios de ley. Un hombre que a pesar de las circunstancias y de los problemas, intentaba serle fiel a Dios. Había sido robado por un esclavo y buscaba justicia.
Pablo se encontró con este esclavo en una cárcel y se produjo un milagro. El esclavo, ladrón y fugitivo, se convirtió y deseaba compensar el mal que había hecho. Por eso Pablo le escribió a su amigo esta carta, pidiéndole que cuando el esclavo regresara, en lugar de aplicarle la justicia que implicaba matarlo, fuera indulgente y lo tratara como a un hermano en Cristo.
El pedido de Pablo se sostiene en esta frase que representa a Filemón con total claridad. Filemón era, por sobre todas las cosas, una persona que podía ponerse en el lugar del otro y comprender lo que le estaba pasando. Era un hombre que sabía consolar. Conocía la importancia del abrazo oportuno, de los silencios necesarios, de la palabra que alentaba con fundamento. Era un hombre que consolaba.
No lo hizo solamente con Pablo, lo había hecho con muchos otros. Era una actitud cotidiana en su vida, no tan común en su momento, como tampoco lo es ahora. El ser humano vive siempre muy apurado, demasiado egoísta y sordo como para pensar o preocuparse por lo que les pasa a los demás. Vivimos ajenos a la necesidad de los otros, ni se nos ocurre preocuparnos por sus problemas o inquietudes. Tenemos demasiado con las nuestras.
Filemón, por lo contrario, no era así. Él tenía tiempo y dedicación para entender al que estaba sufriendo y acompañarlo en su mal momento. Y en este tiempo, Pablo nos invita a imitar a Filemón. Necesitamos que haya más cristianos consoladores, porque cada vez hay más personas que sufren. Pero esto sólo puede surgir de un corazón que ama, como ama Dios. No es una actitud que pueda imponerse, ni que pueda fingirse. Dios consuela y nos enseña a consolar. Pero hace falta actitud para implementarlo en la vida.
Si estuvieras sufriendo, seguramente, desearías un consuelo oportuno. Si sufriste y no lo recibiste, ya sabés lo que se siente. Cualquiera sea tu situación, Dios hoy nos convoca a consolar. A preocuparnos por el otro, y a sostenerlo.
REFLEXIÓN – Que seas un Filemón.
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