22 de abril – Palmera
En la Biblia hay comparaciones que resultan muy raras Me compararon con muchas cosas en mi vida, pero nunca con una palmera. Sin embargo, es una comparación muy interesante. Dice el salmista que los justos florecerán. Sabemos que no hay justo ni aun uno, porque todos pecamos; pero también sabemos que somos justificados por la fe en Jesucristo.
Pero la idea del texto va más allá de esta justificación, y habla de una conducta de vida. La idea sería, que el que vive santamente, florecerá. Aquel que viva cada día en la voluntad de Dios, florecerá. Sólo aquel que permanece en Jesucristo puede llevar fruto. Hay algunas características de la palmera, que se pueden asemejar a la vida cristiana.
La palmera es una planta que vive en el desierto, en un lugar desagradable y agresivo. El hijo de Dios vive en un mundo dominado por Satanás. No hay lugar donde podamos estar a salvo de la tentación, pero el que decide vivir santamente, va a dar fruto.
La palmera, además, tiene las raíces muy profundas, si no fuera así, no podría tomar la humedad de la tierra y se secaría. El hijo de Dios debería estar aferrado profundamente a Jesucristo y en forma permanente tomar de Él la humedad que renueva la vida. Esto sólo se produce cuando leemos y meditamos la Biblia y oramos a Dios el Padre.
La palmera tiene un tronco rectilíneo, no está curvado, no se dobla, permanece bien derecho. Así debería ser la vida del hijo de Dios, una vida sin dobleces, recta, ejemplar. Como dice el viejo dicho, “hay que serlo y también parecerlo”. No alcanza sólo con decir cómo somos, los demás deben ver qué es lo que somos.
La palmera es un lugar donde hay placer, tiene frutos que refrescan, tiene sombra para el calor y por lo general está cerca de algún oasis. Así debe ser el hijo de Dios, un oasis que refresca con su compañía. Tendríamos que ser tan simpáticos, como un poco de sombra en el desierto.
La palmera no diferencia a quienes les da sombra. Es muy fácil darse cuenta de que hay personas a las que queremos tratar bien, pero a otras no. La palmera no discrimina, nosotros tampoco deberíamos.
En resumen, deberíamos florecer como la palmera.
REFLEXIÓN — Que en el desierto de la vida, seas una palmera.
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