26 de Mayo – Sufrimiento

“Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.” 2 Corintios 4:17 (NVI)
Dice un viejo dicho: En este mundo traidor, nada es verdad o mentira; todo es según el color, del cristal con que se mira.
Los problemas de cada uno, son los más importantes y los más graves para el que los está padeciendo. No es un tema de comparación, sino de percepción. Como me afectan a mi, son los más graves. Importa poco si al vecino le pasa lo mismo o si le sucede algo significativamente peor. Siempre mi problema es más serio, porque es mío.
Es complicado medir la gravedad de los problemas. Para Juampi, una prueba de matemática que tuvo la semana pasada era un gravísimo problema. Para mí, era algo muy sencillo de resolver. A su vez, para mí, un inconveniente con un cliente por un reporte entregado tarde, es un problema gravísimo. Para Miri es simple de arreglar, mandando el informe al día siguiente.
Pero el sufrimiento pesa, desanima, agobia, duele y cansa. Sin embargo, Pablo tiene otra mirada del sufrimiento humano, y lo pone en la óptica de Dios. ¿Es acaso Dios insensible a tu sufrimiento? ¿Está Dios tan lejos que no se inmuta por las cosas que a vos te duelen y lastiman? Parecería que sí, por la manera tan superflua que empleó Pablo al referirse a esos terribles problemas que hoy estás padeciendo.
Dijo que son ligeros y efímeros. Les restó importancia y peso. Consideró que no son tan significativos. Pero no creas que quien escribió esto, fue una persona que estaba con su notebook en las playas de Cancún disfrutando de una gaseosa al sol mantenido por donaciones multimillonarias de condóminos corporativos.
El que escribió esto, era un hombre encarcelado, torturado, despreciado por la sociedad, marginado económicamente, enfermo, condenado, golpeado con desprecio, abandonado por sus amigos y tremendamente envidiado. Estaba quebrado financieramente, no tenía abrigo en la cárcel. No le quedaban más que unos pocos amigos, y en un juicio, lo abandonaron todos.
Pero, sin embargo, Pablo pudo decir que todo ese sufrimiento ni se comparaba con el producto final que estaba esperando. Por más doloroso que fuera, Pablo estaba convencido de que todo ese dolor le iba a servir para ser glorificado por Dios y recompensado por su Hijo. Pablo podía verlo. Y en su balanza, tal ganancia superaba ampliamente sus pérdidas. ¿Y vos?
REFLEXIÓN – Tu sufrimiento vale mucho. Da réditos.

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