7 de marzo – Vergüenza

«Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.» Romanos 1:16 (RVR)
Este texto es sin duda uno de los más conocidos por los cristianos de todas las épocas, y tal vez ya lo hemos leído cientos de veces y hasta lo sabemos de memoria. Pero encierra una verdad poderosa que es muy sano recordar.
Si hay alguien que debiera haber tenido vergüenza de confesarse cristiano y hablar del evangelio, ese fue Pablo. Un hombre escogido de su época. Estaba dentro de la elite religiosa que le garantizaba el respeto de la comunidad, bienestar económico y una acomodada posición política. Era un hombre muy culto, educado bajo la tutela de uno de los más renombrados maestros de su época. Tuvo todo lo que un hombre puede desear: una posición social, religiosa, financiera, cultural, política y personal envidiable.
Pero un día, dejó todo eso de lado por predicar acerca de Jesús que había resucitado de los muertos. Desechó entonces, completamente, sus privilegios: respeto, fortuna, posición, y se convirtió en el abanderado de esta nueva tendencia religiosa. Como recompensa de ello, este gran hombre reconocido socialmente, se transformó en un peregrino sin techo, sin fortuna, rechazado por sus hermanos judíos, que perdió a sus antiguos compañeros, que debió escaparse de las ciudades de noche o escondido en una canasta para que no lo mataran; en alguien que fue apedreado como un villano en las afueras de una ciudad; en alguien que fue encarcelado, azotado y encepado; en alguien a quien durante más de cuatro años los judíos insultaron en todo tribunal romano reclamando su muerte.
Y terminó sus días en una prisión en Roma.
Pero para él, el Evangelio no era una vergüenza, sino todo lo contrario. Y volvió en cada oportunidad a sufrir por la causa de Cristo. Nada le daba vergüenza, ninguna situación le resultó crítica, nunca volvió atrás. No le importó nada, excepto, hablar de Cristo y ensanchar Su Reino.
¿Qué era lo que motivaba tanto a Pablo? ¿Qué es lo que nos falta a nosotros para vivir como Él? Amor. Pablo estaba enamorado de Jesucristo y nada ni nadie pudo impedir que lo sirviera de la mejor manera, sin medir las consecuencias, sin medir los costos. Sólo por amor.
¿Tenés vergüenza de Cristo? Revisá cuanto le amás.
REFLEXIÓN — En el amor no hay temor, ni vergüenza.

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