8 de Enero – Prado

«Y nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado, te alabaremos por siempre.» Salmo 79:13
Prado
De chico me gusta ver las películas de cowboys, donde los vaqueros arrían las vacas con sus caballos. Los ganaderos de aquella época, cercaban sus campos con alambres de púa, para que ninguna vaca se pase al campo vecino. Cada uno cuidaba celosamente su ganado y los cuatreros eran perseguidos y castigados duramente cada vez que eran descubiertos.
Ese alambre de púa, impedía que la vaca se fuera al campo vecino y la obligaba a comer en su propio campo. Se marcaba las reses con un hierro al rojo vivo, para que nadie se confunda y todos sepan de quien era cada vaca. Cada una comía del prado de su dueño. La marca gravada a fuego lo permitía.
El salmista no conocía de alambres de púa, vaqueros o marcas, pero entendía muy bien el concepto del alimento para las ovejas. Había sido su trabajo de niño y sabía muy bien que para que la oveja crezca sana, necesita comer el mejor pasto. Pero la oveja es tonta y no sabe distinguir, come todo lo que tiene enfrente. Por eso el pastor cuidaba tanto donde apacentarlas. Y aunque tenían aparente libertad, con el callado las encarrilaba al mejor lugar, al prado más sano.
Hoy no tenemos alambres de púa ni callados duros de madera para encausar nuestros pasos. Tenemos la Biblia, pero a veces no queremos escucharla. Y aunque sabemos que somos ovejas del Prado de Dios, muchas veces, queremos comer de otros pastos.
Pastos que parecen más ricos, más divertidos y más atractivos. Pero que terminan siendo dañinos para nuestra vida. El cuatrero de nuestras almas, como no puede sacarnos la marca dejada por el Espíritu de Dios, que es permanente y para toda la eternidad, quiere al menos infectarnos haciéndonos comer su comida contaminada.
La presenta muy sabrosa, pero es basura. El diablo tiene esa habilidad. Presenta el pecado como algo rico, divertido y agradable. Pero es basura. Ofende a Dios, nos corta la comunión con nuestro Padre y nos quita la sensibilidad del Espíritu Santo.
A pesar de saber esto, muchas veces, miramos al prado vecino y queremos comer de esos pastos. No te dejés confundir. Todo lo que no venga de Dios, es para tu mal. Si te acostumbraste a comer de esos pastos del campo vecino, es tiempo de cambiar de dieta.
REFLEXIÓN – Sos de Prado de Dios. No comás basura.

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